sábado, 3 de abril de 2021

¿Porqué?@

  

     


    No sabía cuántos días habían pasado. Oyó protestar a su madre a lo lejos. Le amenazaba con llamar al médico si no se levantaba de la cama. Sabía que aquello era una especie de depresión. No necesitaba un médico. ÉL sólo podría recomponerse...Se levantó entonces, y se vistió. Luego, cuando salió del aseo, vio su madre contenta que se había afeitado. Y aquello era un hombre hecho y derecho.


    _ ¿Qué te pasa hijo?

    _ Nada. Cosas de hombres._ La depresión era cosa de mujeres. Un hombre debía aprender a vivir con el rechazo, y también debía aprender a superarlo, o al menos a vivir con él. Sin embargo, la palabra rechazo en su mentalidad de conquistador invencible no tenía lugar. Así que se propuso volver a intentarlo.

   _ Es esa chica joven...¿Verdad?_ Se atrevió a  aventurar su madre. Era tierno comprobar como la pobre mujer todavía creía en él, y en su capacidad de conquista.

   _ ¿Qué chica?_ Respondió haciéndose el tonto.

   _ Me lo ha dicho María Rosa la panadera, y algunas otras mujeres. Se te ve todo el día con ella....¿Tampoco trabaja esa muchacha?

   _  Ahora sí. En la cocina de un bar de tapas, por El Ensanche.

   _ ¿Tan lejos? Entonces, la pobre, no tendrá mucho tiempo de pasear, bastante tiene con ir hasta allí, y luego tener que volver a casa..._ Su madre pensaba demasiado, y lo sorprendente era, que en su película mental, la de una madre, se acercara tanto a la realidad. Al final, la buena mujer, llena de todo su amor de madre le concedía su beneplácito para entrar y salir cuando quisiera de casa, cosa que venía haciendo ya hace años._ Pero no permitas que tenga que volver sola a casa_ añadió._ Hay mucho desaprensivo. Tú acompáñala, por tarde que salga de esa cocina. Acompáñala.



   Decidió entonces elaborar una estrategia sutil, una estrategia basada en la humildad y en la constancia. ¿Qué amigos tenía ella? A veces, solía coincidir en misa con aquel beatón que iba con una especie de breviario a todas partes. Y ¿Qué amigos tenía él?... Tendrían que ser los mismos. Primero trataría de ganarse la amistad de todas aquellas personas que la rodeaban. No sería difícil porque no eran muchas. Y el tenía todo el tiempo del mundo. El tiempo no era problema. No pensaba darse por vencido. Y aquel hombre que era amigo de su hermosa, El Beatón, con todo lo buen mozo que era...¿No sería también algo más? ¿No serían los dos algo más, y él no se había dado cuenta?

     Todavía en la fase de conquista, cuando él aún solo estaba intentando acercarse más a la que era como el tejido conjuntivo de sus entretelas, había decidido que sería una buena estrategia entablar amistad con aquel beatón. Era muy fácil... Cuando alguien dirige el coro del Barrio Viejo... Sin estudios ninguno de música dirigía el coro; Pero era buen mozo... Cuando alguien de tamaña ambición, lleno de planes absurdos y extravagantes, desproporcionados por lo general, como grabar en video cada actuación, y alterar hasta los altares levantados a los santos durante siglos para lucimiento y boato de su propia persona, enviado del espíritu en forma de  arte encarnado, etc, etc, etc, cuando una persona así quiere y necesita hacer lo que tiene que hacer a toda costa, los voluntarios siempre son pocos, y si trabajan gratis a su alrededor, irrenunciables. Algunos decían, mayoría de mujeres entre ellos, solteronas, viudas, jubiladas y liberadas de crianzas y quehaceres domésticos, que aquel hombre tenía un carisma especial. Sabía cómo unir a las personas. Y ya antes de que las asociaciones vecinales y los coros, encontrarán una hermosa fuente de financiación política, el beatón cuando era todavía muy joven había formado un encantador coro de niños en La Plazoleta, eso cuando sobraban niños, y los Créditos al Desarrollo del Banco Mundial, condicionados a la nueva propaganda estatal y política de control conceptivo no se había implantado todavía en el terreno del Estado Español. El Beatón era de esos hombres que no se sabe estar nunca quieto, alto, obsesivo, de buenas carnes, sin ser gordo, amante de la buena vida y de las cosas bellas, defensor a ultranza de todo lo antiguo, creyente supersticioso. Por el gusto, sólo por el gusto de conservar las canciones tradicionales, como por inspiración, de algún antepasado más que de La Divina Providencia, le había dado por fundar corales, aunque luego, a la larga, su organización supusiese el gran sacrificio de su vida. Nunca había tenido El Beatón veleidades de mandar a Eurovisión a su coro de voces infantiles. Sabía cual era su lugar. Y su lugar no tenía que estar demasiado lejos de las raíces. Amaba la música popular y devota. Y gracias a ello había ganado un gran ascendiente entre los religiosos de la diócesis: frailes, curas, monjas, párrocos y hasta arcipreste incluido. Aquel hombre había encontrado un nicho en la vida, mientras él con casi cuarenta años a sus espaldas seguía buscando por buscar, por la fuerza de costumbre, sin haber encontrado nunca nada que le mereciera la pena.


    Errante en su vida personal, vagabundo solitario, no dejaba de pensar entonces nuestro tan poco atractivo protagonista que él también podía cantar. Y así bajó las escaleras de casa, cantando y silbando, en vez de coger el ascensor. Posiblemente hasta algún vecino se  sorprendería. La vecina del cuarto le sonrió cuando se cruzaron en el portal.

    _ Te veo de buen humor.

    _  Hace un buen día.

    _ Pues sí hijo, sí. Después de la noche tan jeremiaca que hemos tenido...¿Qué tal tu madre?

    _ Como siempre.

   _ Ya me ha dicho que estás buscando trabajo.

   _ Está difícil sí. Quitando los que han tenido la suerte de entrar en el hospital, aquí después de la deslocalización industrial, no nos morimos de hambre de milagro.

   _ Habría que pintar la escalera. Y esta puerta. Mira cómo está ya... Se está descascarillando todo el barniz.

   _ Pues si habla usted con la comunidad.

   _ Hablaré con el administrador.

   _ A mí no me importaría.

   _ Claro que sí, hijo. Antes tú que otro de la calle.


    Nuestro hombre se puso contento. Él creía en Dios. El día era hermoso, radiante. Hacía frío sin embargo. Lo notó en la ráfaga que le cruzó la cara nada más salir. Pero no iba a encogerse. Por crueles que se mostraran las Joyas de La Corona, Las Meninas Bonitas de La Reina (toda esa corte en forma de mujeres en edad de merecer) el mundo no era lugar tan cruel. La vida podía ser cosa de... pintar y cantar.

  No iba de ningún modo a compararse con aquel santurrón del tres al cuarto, las cosas como eran.  Al contrario que El Beatón, popular personaje, carecía él de una mínima influencia en la vecindad... Y había que ser sinceros, cualquier tipo de organización le quedaba grande. Sin embargo, él... ¡no tenía pluma!_ Se echó a reír. ¿Cómo no se había dado cuenta de que ese hombre, por buen mozo que fuera tenía pluma? Imaginarse que un posible contrincante fuera de la acera de enfrente le puso contento. Y  aunque en ocasiones incluso el mínimo compromiso le quedara grande, esa vez se lo había propuesto, pintaría el portal. 



      Al día siguiente, lunes, por la mañana, ya estaba a la labor. Le irritó tener que ir a buscar una escalera hasta donde un amigo pintor, uno de sus últimos jefes. La de la comunidad no era lo bastante alta...Eso le puso de muy mal humor. Todo parecía quedarle grande a un hombre chiquitín como él. Otra culpa que achacarle a sus padres. O no le habían dado de comer suficientemente, o simplemente mejor hubiesen hecho en no haberle dado ni leche, ni pelargón, y le hubiesen dejado morir en la cuna... Eso le contaron los de la empresa de mantenimiento del hospital ¡Panda de vagos! ¡Enchufados de  los cojones!.. Que no daba la altura, que era bajito, y que allí todo era tener que subirse cada sí y cada no, y levantar techos, porque todo iba por en cima de los techos: sistemas de alarma, luz, cables de teléfono._ Nos tememos que ni encima de una escalera darías la altura.

 Constantemente tratado como un niño, empezando por su santa madre. Y desde niño, trabajando como un hombre, que por eso no pudo acabar el PREU...¡Estaba hasta los mismísimos! Empezó a sudar mientras emplazaba la escalera, una escalera donde podrían empinarse tres hombrecillos como él, uno detrás de otro. Apoyaba luego, bien, la parte superior del pesado cachivache en el frente del portal mientras tenía que calzar la parte inferior con dos tablas, por lo de la pequeña inclinación de la acera. Esperaba no tener que sacar la extensión...Luego ya, cómodamente entregado al laborioso y  monótono trabajo de la espátula y la lija, ensimismado en sus propios pensamientos, lo que era su propensión, se acordó de su infancia, de la tamaña lucha de su madre para hacerle comer... De pronto, ante semejante raudal de recuerdos, sonrió para sí mismo Y al recordarse como un niño se acordó también de que siempre le había atraído cualquier tipo de arte; lo que aparentemente requería poco esfuerzo y  ayudaba a lucirse mucho. Pintar era un arte de artesano; y le causaba cierto placer. Pero podía llegar más lejos. Por ejemplo, un hombre bajito como él ¿porqué no podía convertirse en un poderoso cantante? Podría mandar la escalera  a la mierda... Nuestro poco atractivo protagonista empezó a repasar su propia lista de cantantes famosos. Si en su momento hubiese existido internet, y hubiese sido él de los de teléfono móvil con pantalla táctil, contrato de tropecientas gigas y aplicación de what´s app, se habría pasado una semana averiguando la altura de Rafael, de Tom Jones, de Julio Iglesias, de Pavarotti, de Gardel, de Gayarre, de Fred Mercury, de todos los que le iban viniendo a la memoria. Además se habían hecho ricos cantando ¡Qué más podía un hombre desear que conquistar el mundo ¡El Mundo entero! a través de una sóla canción!.. Así decidió que nada más acabar aquel trabajillo empezaría a escribir a escondidas todo lo que le viniera a la cabeza. Necesitaba encontrar aquella canción, una letra que levantara conciencias, que fuera coreada por la mitad de los activistas de este triste mundo, su letra, una letra digna del mejor cantautor, como Brassens, o Mustaki, o Joan Manuel Serrat, o Juan Manuel,  Sensibilidad le sobraba, talento, era ocasión de intentarlo. Aprendería también a tocar la guitarra, se lo pediría a ella_ Enséñame._ Enséñame era la palabra. Alagaría su ego, dispuesta como estaba siempre a ir dando lecciones gratuitas. Y mejor que explicarle las lecturas, mejor que aguantar esa chapa, Le pediría que le enseñara a tocar la guitarra, algo útil. ¡Era un plan brillante! Y así pasarían también más tiempo juntos. Mejor que aprender muchas cosas del Beatón, le superaría con creces. Y la maestra sería ella.

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