jueves, 6 de mayo de 2021

 



   El hotel donde trabajaba La Mari estaba en El Camino Alto a un lado de la carretera general, y prácticamente colgando del despeñadero, que era desde donde se gozaban las mejores vistas. Desde allí, tanto el jardín, como el aparcamiento, como el salón de su cafetería, o cada una de sus cuarenta terrazas independientes, proporcionaban excelentes puntos de avistamiento donde, lo que abarcaba la mirada en proporciones inmejorables, le permitía, al afortunado que allí pudiera alojarse cualquier cómodo fin de semana, prescindir incluso de prismáticos. Era un verdadero mirador de la hermosa bahía, una de las más bellas vistas del continente.

   Casi todos los días o siempre que me apeteciera doblar el espinazo en la huerta, podía coincidir con La Mari. Ella se asomaba por el trozo de muralla más bajo y me saludaba a voz en cuello, y luego me jaleaba a su manera, al mismo tiempo dulce y sarcástica ._ ¡Así me gusta! ¡Así me gusta! A  ver cuando catamos esos tomates.

   _ Para los tomates todavía falta.  

   _ Ya podía la Inés contratar un huertano.

   _ Aquí no existen los huertanos. Eso será por tu tierra

   _ Mi tierra es una tierra de terratenientes.

   _ Y ¿Qué es un huertano si no el dueño de una huerta?

   _ Pensé que era el que trabajaba.

   _ Los amos siempre te dirán que son ellos los que en realidad trabajan._ Respondí.

   _ ¡No me hables de trabajar! Sólo sé que si yo fuera la dueña de un hotel como el de  Doña Inés, te aseguro que al menos, en lo concerniente a la comida, yo sí que sabría dar calidad, y ahorraba, eso te lo aseguro.

  _ ¿Qué le vas a decir a una madre de cinco o siete hijos?_ Le dije, llevándole la corriente. Y seguro que tenía razón.

  _ ¡Con el sol que tiene esa huerta! Y que parece una selva. Ni jardín de hotel ni nada. Está en el más completo abandono... Imagínatela dando tomates de aquí, y pimientos. Ahora en primavera, guisantes y las primeras habitas. ¡Esa es comida deliciosa!...Podría también tener calabazas, calabacines. Pero no, mejor es según ella, tirar la casa por la ventana y dar de comer a un montón de tripones a cambio de una reseña en el periódico, que (por cierto ¡No veas cómo están dejando la bodega! ¡Sin existencias!  Bien repleta de los mejores caldos la dejó su ex...Ese sí que sabía. Y vete tú luego a saber_ La Mari se meaba de risa_ lo que te ponen, o como te ponen por detrás esos periodistas. Con alguno de  ellos ha tenido hasta que irse a la cama, que lo sé yo...Y todo eso es mejor y le sale más barato que contratar a uno aunque sea  a media jornada, que le atienda la huerta. ¡Con el paro que va! Con una buena huerta propia no necesitaba ni publicidad. ¡Madre mía!_ Suspiraba ensimismada._ ¡En fin!... A ella le saldrán las cuentas; pero a mí no. Cuando suba ya demasiado la cuenta del frutero, o de la carne...con cambiar de proveedor, todo solucionado. Ya te digo yo, que ese hotel se va a ir a tomar por culo el día menos pensado. Que haga lo que quiera. Mientras a mí me siga dando lo mío.

   _ No creo que pueda prescindir de ti, Mari.

   _ Pues ya sabes_ dijo ella, despidiéndose_ cuando recojas algo te acuerdas de mí, de La Mari. Una vainillas no me vendrían mal... Pero veo esto todavía, un poco descuidado.

      

    Tenía razón. Se sentía sin arranque. Su cuerpo no estaba hecho al trabajo físico continuo y sostenido. Entre unas parras silvestres, de la pasada temporada, languidecían aún unos tomates Cherry medio secos. Y no quería ni pensar en tomateras. Durante el verano anterior, cargar, cargaron; Pero le dio por lloviznar cuando nadie lo esperaba, y tuvo que terminar por recogerlos verdes antes de que se perdiesen porque les atacaba el mildiu del demonio. Y eso que los había abrigado bien, y los puso en la zona más seca. Pero como no tengas un invernadero. Y la huerta de las monjas, para ser exacto, esa parte mala de la huerta de las monjas, la de entre murallas, estaba sita en una antigua cantera.  Por cada azadazo que dabas para remover la tierra te salían cuatro o cinco pedruscos, y la huerta más bien venía  aparecer un jardín vertical más que una huerta en condiciones.

   Odio trabajar, tanto, que mis posibles memorias tendrá que recopilarlas otra voz cantante, porque hasta pereza me está entrando de hablar siempre de mi mismo.

                                   

                                            ************************

    


   Odiaba tener que trabajar, por poco que fuera, la obligación, o los menores compromisos le ponían a prueba con su ya de por sí tocado complejo de inferioridad. Y lo que acaba de rematarle poniéndole por completo fuera de sí, era el que sus planes de iluso se echaran a perder. Volverse uno rico de un único golpe de suerte, fue una posibilidad fugaz a barajar. Sus últimos dineros los había perdido en la máquina de bingo del bar. Se sentía imbécil por completo. Una punzada de frustración no le dejaba ni a sol ni a sombra. Y para colmo, por ahí decían que el Chinchorro, el desgraciado ese, había pillado una buena tajada con lo de la herencia de su madre; a la cual, por descontado, había tenido que atender la hija en los últimos días. También era cierto que al Chinchorro le duraba el capital dos días. primero porque era especialista en malvender, segundo porque lo poco que le daban no tardaba en bebérselo.

   Pensó en su Pobre Beoda pues ahí la había conocido, en la huerta donde, él ahora, se encontraba trajinando, donde ella, aquel día hacía ya dos años, casi se medio mata al intentar bajar detrás de su hijo. Pensó en uno de los pocos discursos suyos, de esos que soltaba en el momento locuaz, cuando aún no había terminado la primera cerveza, y la lengua no se le trababa.

    " Una esponja que ha sido toda la vida, la mi desgraciada. ¡Y todavía, que se estaba yendo por la pata abajo, me pedía que le diese de beber- ¡Hija! ¡Dame de beber!- Y todavía, mi hermanito detrás, amenazándome con el puño, que no pensara en coger un sólo duro, de lo que se iba a vender, no más de lo que me correspondía...Que lo de ser buena hija no me colaba. Que menudo disgusto le di a nuestra madre el día que llegué a casa preñada... Ya le he dicho a la asistente social que, o controlan a mi hermano, o a mí me va a ser imposible seguir cuidando a mi madre, que por otro lado ni lo merece. Pero yo soy una buena hija, una buena hija.

    Todas esas lágrimas había apurado, la infeliz amiga con derecho a roce que se decía modernamente, todas esas noches pasadas. Entonces pensó en la diferencia entre las autoflagelaciones morales de algunos y el maltrato real de otras. Pero él ya no tenía la mente  ni para bollos ni para zarandajas. Y el cuerpo, esa tarde, lo sentía dulcemente baldado. Se sentía tan ligero como una pluma. Descubrió que podía entrar perfectamente en trance sólo poniendo su cuerpo al límite. Luego se daría una ducha, y caería tronzado en la cama, su propia cama. Por las noches "el serial", todo en vivo, con lágrimas, mocos y lamentos de su Borrachina Particular había ya llegado al final de su temporada. Sentía mucho dejarla en aquel momento, con el inminente funeral de una madre muerta en su último delirium tremens. Pero creía haber hecho todo lo posible por aconsejarla bien. "Si tu hermano vende lo suyo, que lo venda...Lo está malvendiendo. Tú no hagas lo mismo. No vendas la casa, que es tuya, niel terreno adjunto a la casa. Es tuyo. Te van a dar cuatro perras. Pero todos esos terrenos que quedan entre La Pesquera y El ensanche, valdrán lo suyo el día de mañana. Tú ahora no lo necesitas." "No, no lo necesito. Para lo poco que yo ya necesito, ya tengo. Pienso en mi hijo." "Claro, eso es lo que tienes que hacer, pensar en tu hijo." "Para él será el día de mañana, cuando Dios quiera sea un hombre... Pero mi hermano, vivirá mientras quiera, y mientras tanto en mi casa, y no repondrá ni una triste teja. Lo veo venir, Felipe. Lo veo venir. Igualmente sé que yo tampoco voy a vivir mucho. No quiero acabar como mi madre. Alcohólica pasada, y que mi hijo me vea así. mejor es que me muera pronto, antes de que esto acabe del todo conmigo. Tengo el mismo problema que mi madre, y que mi hermano, es un problema heredado. Y lo he intentado Felipe; Pero no puedo dejarlo." Señalaba su botella de cerveza, y le echaba un trago, y luego otro. Y daba pena ver cómo, sólo con cerveza, eran las doce del medio día del sábado y ya no se tenía. Lo pensó bien. Felipe lo pensó bien. Tendría que ir una o dos horas antes la mañana del domingo, para ayudarla a que se espabilara bien. Los domingos no se celebraban funerales, en eso había habido suerte, se rezaría un responso delante del féretro guardando sus tristes restos mortales e irían el mínimo numeroso cortejo, sólo el cura, el sacristán, los cuatro mozos de la funeraria, la hija, el nieto, el enterrador y él, irían a través de la nave crucero que empezando en la puerta sur de la entrada acababa en la puerta norte de la salida, la que daba justo de frente con la otra del cementerio.  Luego él se despediría, tristemente, siguiendo el tono triste de un evento que nunca es alegre. Felipe, dentro de su rudeza era elegante. Siempre había pensado que lo más bajo a lo que podía caer un hombre era a la categoría de caza fortunas._ ¿Quién va a quererme, Felipe ? Si tu eres el único que nos has dado cariño en esta vida, a mí y a mi hijo. ¿Porqué te vas ahora? Sé que te vas a ir en cuanto le de tierra a mi madre, Felipe." Lloriqueaba la víspera sobre su botellín su Pobre Beoda. "Y no me extraña. ¿Quién va a querer cargar con una pobre beoda como yo? Pero no puedo dejarlo, Felipe, no puedo. Es más fuerte que el amor que te tengo, más fuerte que tú y yo. Vete, Felipe. Vete." Y ciertamente eso haría , no iba a tardar mucho en mandarlo todo a freír espárragos. Por la tarde, después del funeral, ya no tendría cuerpo ni para volver a la huerta.

   

viernes, 16 de abril de 2021

 



    _ ¿Qué ha sido eso?_ Exclamó mi amiga. 

   Yo corrí hacia donde desemboca la cuesta que sube al Barrio Viejo. Había reconocido la voz baja y temblona, un poco ronca, de Mi Pobre Beoda. 

     _ Creo que esa mujer necesita de nuestra ayuda._ Dijo ella._ Ese hombre que está con ella, discutiendo, se le parece mucho._ Observó._ Puede que sea su hermano. Y ¡El niño! ¡Pobre niño!.._ Mi amiga visiblemente preocupada, enderezadora de entuertos, no sólo me adelantó, si no que se puso delante mío._ ¿Porqué discutirán?

     Creo que me puse rojo como la grana. Agradecí interiormente que ella hubiese tomado el testigo del "resolvedor de conflictos sin esperanza ninguna". Sentí ganas de huir, de arrancarla de allí mismo, de aleccionarla en cuanto a que jamás de los jamases habría solución de intermediación ninguna cuando alguien se inmiscuye en una riña entre borrachos. ¡Sabe dios porqué discutían! ¿Por el último lengüetazo a una botella de ginebra vacía? Si hubiera podido negar que conocía a aquella mujer, lo habría hecho.

   _ ¡Mamá, entra!_ Imploraba el niño desde el zaguán. La casuca daba directamente a la calle.

   _ Quiero que tu tío se marche antes._ Contestó la mujer. Y con la misma dirigiéndose a su hermano, le dijo con voz un tanto estropajosa_ No te voy a dejar entrar ¿Entiendes? Por muy hermano mío que seas. En ese estado tu no duermes la mona en mi casa. Vete a la de madre ¿No te la has quedado para ti solo? ¡Y bien grande que es!

    _ ¡Me cagúen...!_ Blasfemó el borracho. Estaba como una cuba y no se tenía. Perdió el equilibrio al levantar la mano amenazadoramente contra su hermana. El niño se abalanzó a defender a su madre.

   _ ¡No le pegues, maldito!- Gritó, y le metió a su tío una patada en la espinilla.

   _ ¡Oiga!_  Mi amiga, abroncando al borracho se interpuso casi entre los dos, haciendo simultánea e instintivamente que el otro no se callera al suelo._ Como no deje en paz ahora mismo a esta mujer y al niño ¡llamo ahora mismo a la policía!_ Y con la misma prorrumpió en su petición de auxilio._ ¡Policía! ¡Policía!

    Y en ese momento, el niño que al querer defender a su madre había salido del zaguán, miró hacia el final de la calle, y me vio a mí, medio  escondido al amparo de mi amiga, más alta que yo y más exaltada. Me reconoció

   _ ¡Felipe!_ Exclamó, casi, casi, en un clamor de alegría, invocando en su inocencia mi asistencial aparición, sin percatarse en absoluto, ni de mi cobardía ni de mi embarazo.

     Y él fue el primero que dijo mi nombre. Ahora, ya todos, todos los que lean estas páginas sueltas, sabrán mi nombre, el nombre de un cobarde de tomo y lomo, de un amilanado cagueta incapaz de reaccionar.

    Entonces la mujer que bajo su estado sobrio, todas las efes tenía: fea, flaca, fogueada, fofa, frágil, y fría, había girado también la cabeza hacia nosotros y..._ ¿Está Felipe?_ Preguntó.

    Su hijo ya corría hacia mí.

     El niño asió mi mano como si yo hubiera sido su salvador._ Este niño y su madre son vecinos míos._ Le dije a mi  amiga.

   _ Y él es Chinchorro, el borracho más conocido del pueblo, el que arma las mayores broncas. Creo que se ha hecho un casete ilegal en El Puerto Nuevo._ Respondió ella.

   El Puerto Nuevo había sido uno de los mayores dislates de la ingeniería de canales, caminos y puertos del pasado siglo, hablamos de los últimos lustros del siglo XIX. Ante el permanente y creciente problema del encenagamiento del antiguo puerto debido a las arenas que arrastra la corriente de la ría hasta su boca, los ingenieros del estado decidieron invertir muchos dineros y esfuerzo en proporcionar un nuevo puerto a esta villa marinera. La nueva localización fuera del abrigo de la atalaya fue garrafal. La rompiente de las olas tiraba abajo los nuevos muros en pocos meses. En cuanto se echaba encima la estación de galernas el Puerto Nuevo resultaba impracticable. El Puerto Nuevo nunca fue funcional, y al final quedó convertido en una especie de Puerto Fantasma, donde sólo a un loco se le ocurre construir un refugio al abrigo de sus ruinas, Ese era Chinchorro.

   _ Pues que se vaya allí, o al túnel, a soñar la borrachera, si es que este temporal se ha llevado su caseta volando por los aires._ Comenté, con cuidado de que el mismo Chinchorro, con los ojos y las piernas ya hechos fosfatina, no me oyese. Había que pasar un túnel que atravesaba la atalaya hasta el mar, para llegar por tierra al Puerto Nuevo. 

    El Chinchorro, al que, para esos instantes, le flaqueaban visiblemente las rodillas, se había sentado en el segundo de los cuatro escalones que suben a una plazuela colindante.

    _ ¿No pensarás montar guardia ahí, hasta que se vayan estos?_ Le preguntó su hermana._ Te veo toda la intención.

    _ No te preocupes. No nos iremos hasta que él se vaya._ Le tranquilizó mi amiga, la verdadera, Amiga en el amor de Dios, Mi Amor Platónico, Mi deseada. Luego pensé que Cristo nos pidió que amaramos a todo cristiano, incluso a nuestros enemigos. Y me quedé embobado viendo hablar a mis dos mujeres, mientras que la poca y mísera esperanza que yo albergaba de que algún día aquella beldad pura y virgen me correspondiera, la sintiera tan inaprensible como el agua que no se bebe y se escurre rápidamente entre los dedos. Entonces intervine.

   _ Mejor, bájate tú corriendo hasta la plaza donde has dejado la bici, ahí mismo tienes el cuartelillo de la policía._ Sugerí._ Además, es hora de que corras para casa. hace muy mal tiempo. Y no va a tardar en romper a llover, con ganas. Así que antes de que te cales hasta los huesos...

   _ ¡Una idea estupenda!_ Corroboró ella._ Doy parte, y que vengan y se lleven a éste.

       La hermana del borrachón se echó en los brazos de mi valentona amiga llorando como lloran los borrachos cuando lloran, a lágrima viva._ ¡No sabes cómo te lo agradezco, guapísima! ¡Eres tan maja, tan maja!

   Henchida de satisfacción, se despidió consecuentemente, la salvadora de los que allí nos quedábamos, aguardando._ Yo vigilo mientras tanto. No me importa._ Dije._ Vivo aquí al lado.

    _ Entonces ¿Yo, me puedo ir?_ Me preguntó clavando sus ojos  refulgentes en mi triste figura, refulgentes de clarividencia. Al menos, eso temía yo temblando. Y recé, recé otra vez para que no nos relacionara, a Mi Pobre Beoda, al hijo de ésta, y a mí. 


    Cuando Ella desapareció por la calle principal y el borracho amenazador parecía fuera de juego al estirarse, si se puede decir que se estiró aquel cuerpo enclenque y encogido, a lo largo y ancho del escalón. El niño, apretándome la mano me dijo: 

   _ Felipe ¿Tú, no te vas? ¿verdad? 

    Mi Pobre Beoda abría la puerta de casa.

lunes, 12 de abril de 2021

 





  _ Como  decía mi abuelo: "Comunista-cristiano, el peor tipo de comunista que hay."

  _ ¿Tu abuelo era capitalista?

    Nos habíamos parado no se porqué, a muy pocos metros de donde yo vivía. El olor todavía dulzón del barniz reciente no podía emborracharnos en absoluto, porque hacía frío, no calor.

   _ Fue emigrante italiano en Francia, acabada la guerra. Y se casó con una francesa.

   _ Entonces fue fascista, de Mussolini, y al perder la guerra se las piró para un país lleno de colaboracionistas nazis. Todos, prácticamente habían sido colaboracionistas. Los adaptados, ante una crisis, sea la que sea, lo primero que quieren es seguir adaptándose, y comer...¿Sabes que el primer batallón que entró en Paris cuando se liberó esta ciudad, era de españoles exiliados, de republicanos medio locos, medio ilegales, medio delincuentes, que habían perdido la guerra contra el fascismo en España? ¿Lo sabías? Los perseguían como a ratas. Eran terroristas, y no tenían más elección que vivir fuera de la ley._ Me sonreí viendo como se le descomponían sus facciones por lo general valentonas._ Ellos fueron los primeros en organizar la resistencia en Francia contra los alemanes. 

   _ ¡Pero que estás diciendo! No me cuentes La Historia._ Interrumpió ella escandalizada._ Mi abuelo era una persona de cultura.

   _ Pues de eso mismo te estoy hablando, de cultura, de Historia Universal de principios del siglo veinte, de este puto siglo- perdón por la expresión-. Lo sé porque hice el PREU, aunque no me gradué, no porque lo haya visto en las películas.

    Decidí mostrar mi carácter, en vez de seguirla en todo como un perrito faldero. Igual así me iba mejor._ Los nazis se preocuparon muy bien de ir sembrando su semilla del mal, la superioridad de la raza y todo eso. Tu abuelo era un ser superior, por lo que veo...

   _ ¡Pero qué dices! Era católico. Sólo sé eso. Yo... No...No conocí a mi abuelo. menos hubiste de conocerle tú.

     "Pero os conozco a ti, y a tu madre. Esa profesora de inglés, divorciada, y que por divorciarse perdió el trabajo que la ayudaba dignamente a mantenerse cuando la junta de padres de un colegio católico decidió despedirla porque divorciarse era un escándalo. La conocía, conocía a su madre, culta indigente, pobre vergonzante, que vivía de dar alguna otra clase particular, miserablemente pagadas, todo hay que decirlo, porque para pagar el alquiler del cuchitril de su apartamento donde vivía con su hija la pequeña, fruto del adulterio y del pecado, no la llegaba, siempre tenía que recurrir a la hucha de su hija la segunda, la cual  vivía ya independiente, Mi Pobre Pretendida, Pobre como un Ratoncillo Gris, rascando horas extras en restaurantes de segunda o tercera con alojamiento pagado, y todo esto, en un pueblo lleno de gente con pretensiones, mezquina, pronta a igualarse con los ricos que veraneaban en el pueblo." 

    Todo esto, todo esto pensé para mis adentros. Y de pronto sentí que no tenía porqué seguirle el rollito a nadie con complejo de superioridad. Hice un gesto mirando hacia atrás, hacia mi casa. Noté entonces una leve inquietud en ella, casi un breve temblor. La noche venía brava.

   _ Los primeros cristianos lo compartían todo. ¿Qué otra cosa fue si no comunismo, el cristianismo primitivo?_ Dije como para hacer las paces.

   Ella volvió a reírse, agitándose toda entera su mata de pelo rizosa y oscura por la oscuridad. Yo sabía bien que su pelo brillaba como el bronce con el sol, y se oscurecía como la pez cada vez que llovía._ Todo, menos sus esposas y esposos, puntualizó ella, coqueta y aleccionadora, al tiempo que remarcaba su sentencia con aquel gesto cómico de su dedo índice. Era muy mandona. me pregunté si me gustaban las mujeres mandonas, o simplemente me gustaba ella. 

    Seguimos entonces nuestro camino hacia la Plaza del Ayuntamiento donde arrancaba la calle. Por efecto de la luz que despedían los grandes escaparates habría dado la impresión de estar todo dispuesto para arrancar, si no hubiese sido por el silencio, lo que sin embargo remarcaba, y resaltaba aún más el letargo sostenido de una pequeña ciudad durante meses y meses, sin industria ninguna, sin otro acicate económico que el del verano y el veraneo. El gasto interior, de aquello que no fuera comida, era mantenido a lo largo del año por cuatro familias, funcionarios con sueldo fijo, solteros, o casados con un hijo a lo mucho. La gente todavía bebía el agua, el vino de las comidas, o la leche de la noche, o el café de la mañana, en los vasos de Nocilla . Las pocas tazas típicas del viejo regalo de bodas, o los vasos de wiski,  aguardaban las raras ocasiones expuestas en las vitrinas. Una simple taza como las que tenía la ferretería  El regalo en el escaparate te costaba lo que ganaba un extra de camarero en todo el fin de semana. Todavía no había ni una sola tienda de chinos en todo el pueblo.

    _ Te acompaño hasta tu casa. Pero no tengo paraguas. No sé si se pondrá a llover. 

    _ Sí que lloverá._ Corroboró ella mirando hacia el cielo lleno de nubarrones todavía muy altos._ Pero de momento tengo el viento a favor. He dejado la bicicleta candada en un banco de los soportales de la Plaza de Abastos. 

    En el centro del pueblo daba gusto, porque todo estaba cerca. Uno pasaba el cuartelillo de la policía municipal, sita en un costado de la Casa de La Villa, cruzaba la carretera que iba hacia el puerto, y saliendo de una plaza, la del Ayuntamiento, entrabas en otra, La de Abastos, y luego cruzabas otra carretera más secundaria y salías a otra plaza, esta más pequeña, en la parte trasera del cine; En aquel momento histórico, cerrado, porque ya nadie iba al cine. El único negocio que había emergido de la noche a la mañana colonizando como champiñones el pueblo era el de los video clubes. Ibas, te tomabas una bebida, y veías una película de reciente estreno. A mí, ni me gustaba el cine, ni tenía dinero para esa clase de invitaciones. No creo que tampoco ella hubiese aceptado. Pero lo cierto es que el domingo a aquellas horas, lo único abierto para tomarse un café y seguir conversando eran los video clubes. Metí las manos en los bolsillos. Tenía algunas monedas cambiadas del dinero reciente que me había dado la presidenta de la escalera. Necesitaba, de todos modos comprarme una cajetilla de tabaco, ir a donde estuviera abierto y tuvieran máquina. Los estancos como el de la Ferretería El Regalo estaban cerrados todo el domingo. Me estaba entrando ya el síndrome de abstinencia. De eso que pensara en video clubes a esa hora. Iba a sugerírselo, que me acompañara y se tomara un  Colacao caliente, cuando, justo en ese instante, los oímos: a un hombre jurar, a una mujer quejarse sordamente y a un niño, lloriquear. 




domingo, 11 de abril de 2021

 


   _ ¿No vas con tus amigas?

   _ ¿Porqué habría de ir?

   _ ¿No vive al lado esa muchacha?

   _ ¿Quién?

   _ La Nueva. No sé cómo se llama. No sé cómo llamarla._ Titubeé un momento, dudé en seguir una conversación absurda con un ser de lo más reticente. Podría aventurarme en los verdaderos motivos de Mi Adorada Virgen Particular para después de despedirnos los del Comité de Oración, sin declinar abiertamente la invitación general de la Mujer Nueva para merendar en su casa, hubiera decidido venirse conmigo.

   _ Yo tampoco la conozco. Me la ha presentado Alma... Por cierto, que tengo que reconocer que me ha emocionado. No pensé que podría cantar a ese nivel.

   _ ¡¿No te referirás a...?!_ Pregunté sorprendido.

   _ Alma. Ahora se llama Alma. Aunque la conozcas de toda la vida por otro nombre. Mi Maestra._ Sonrió enigmática, aunque luego añadió._ Está claro que nadie es profeta en su Tierra.

   _ No sabía que cantaba así. Debe de haber estudiado canto, por lo menos._ Especulé._ Quizá cuando se marchó por esos mundos de dios se marchó a estudiar.

   _ La gente es mala, envidiosa, criticona... Que si ha sido cupletista, que si había estado sirviendo ¡y sirviendo copas! ¡No te lo pierdas! ¡Y en topless! ¿Sabes lo que es topless?

   _ Pues no._ Respondí. Y era cierto que en aquella época podías haberme preguntado sobre la historia del comunismo, o la eterna lucha del proletariado; Pero cualquier palabreja en inglés. huía yo de ella como del demonio... Y nunca en mi vida había estado en Madrid, ni en Barcelona, ni en ningún núcleo de oficinas de negocios que se preciara. No lo sabía.

   _ Son unos bares donde las camareras no llevan nada puesto de cintura para arriba...Bueno sí, quizá una gargantilla con un camafeo. Así en plan sexi._ Y se pasó una mano delicadamente por el cuello, aquel cuello que hacía de su cabeza, una cabeza tan bien presentada. 

      ¿Mi  Amor  Platónico, Mi  Siempre Adorada En Silencio, me estaba excitando intencionadamente, o era además tan pura que había sido también concebida sin pecado original? Algo se me estaba escapando revolviéndome por dentro. Quizá todo era una provocación. Quizá le parecía poco hombre. No le entendía nada de lo que hablaba. Clavé los ojos en ella. Y guardé silencio. Y juro que eso fue lo que mostré, mi silencio mental. Porque ya que sus últimas frases sobre un tema tan frívolo habían bloqueado mi capacidad de seguir escuchándola, solo podía mirarla. Entonces ella debió de percibir algo, o quizás un todo, como un calor inquietante y húmedo que nos envolvía a los dos, y esa sensación le hizo dar un paso hacia la izquierda, como marcando otra vez la distancia conveniente. Disimulando el burbujeo que la bullía por dentro, me siguió hablando de Alma. esta vez en términos indudablemente menos sugerentes.

    _ Se presentó a una audición del Teatro de La Zarzuela. Y la cogieron. Ella se fue a Madrid a probar fortuna. ¿Te acuerdas de cuando cerraron  INFAVISA?

     _ Industrias y Fabricación de Vidrio Sociedad Anónima. Sí. Me acuerdo bien. Yo mismo trabajé ahí un tiempo.

    _ Ella pilló la indemnización cuando hicieron primero lo de la reducción de plantilla.

    _ Pues se libró de todo el lío que hubo luego. Porque los dueños de la fábrica no cumplieron para nada todo lo pactado previamente. A los que renunciaron a marcharse les fueron haciendo unos recortes de sueldo así como a lo tonto, y una reducción de las paradas de descanso que no daban ni para engullir el primer bocado del almuerzo, y menos para ir a hacer...lo que te imaginas. Y luego metieron los turnos, esa moda infernal de no parar la producción ni por la noche...Hostigamiento total. Lo que querían eran esclavos, máquinas, y no trabajadores de una factoría.

    _ Lo que querían era largarse. Porque se largaron. Me lo explicó mi hermana. También ella trabajó un tiempo en esa fábrica.

    _ Ya; Pero aquí tenían una arena de máxima calidad._ Dictaminé.

    _ Nos habrían dejado sin playa._ Manifestó La Bella.

         Empezaba otra vez a levantarse un aire del Norte cuyo abrazo oprimía hasta el pecho. Vi que la punta de su nariz se había puesto roja. La mía, más pequeña, seguía lo mismo que antes. Ella tenía un buen par de narices que encajaban perfectamente en su  larga cara en forma de trapecio, con mandíbulas poderosas y gruesos labios agrietados y respingones. Pero lo malo de las narices semíticas o romanas, es que se congestionan en seguida e incluso se congelarían si se diera el caso a la mínima exposición a un frío inclemente. Las ráfagas de viento eran cada vez más violentas, de claro origen polar, venían del norte soplando desde el oeste. El aire siberiano llega aquí, al norte de La Península Ibérica soplando en sentido contrario, de este a oeste. Al doblar la esquina deberíamos habernos agarrado la una al otro. Ella hizo instintivamente el gesto de alcanzarme la mano para asirse y que no se la llevara la ventolera volando por los aires. Y yo podía haberla agarrado fuerte. Pero sus brazos largos y nervudos como garfios alcanzaron antes la señal de stop del cruce. Estábamos en la parte alta de la ancha calle, sin un sólo peatón ni coche rodante a la vista. La dificultad mayor radicaba en enfilar rápidamente para abajo. A unos ochenta metros la calle se hacía más ancha, una vez salvado el muro de una finca antigua todavía sin construir. En cuanto doblamos a la derecha de aquel saliente, una vez abandonada la acera estrecha, quedamos totalmente a resguardo del viento. Yo vivía tres portales más abajo. 

   _ Aquella famosa y cacareada indemnización por despido voluntario de INFAVISA. Ya te digo yo que no fue mucho. A...- Iba a decir su antiguo nombre-  A Alma le darían más o menos lo mismo que a mí. Nosotros entramos con la última remesa. Hubo quien pilló hasta un millón cuando aquello. La indemnización dependía del puesto y de los años trabajados para la empresa. A ella y a mí nos dieron unas cien mil pesetas. No mucho más.

   Cuando le di esta explicación a mi amada, la que ya había sido tan explícita rechazándome como pretendiente sólo hacía un mes, pensé en que era muy natural que cualquier mujer declinara las solicitudes de un hombre, por buenas que fueran sus intenciones, sin trabajo, y sin futuro. Parece que ella me leyó los pensamientos. No contestó. Se quedó como pensativa, y al fin dijo algo.

   _ Supongo que de esa época te vendrá lo de batallador y politiquero.

   _ ¿Politiquero?_ Le pregunté sorprendido. Llegábamos a la altura de mi portal. Uno de los grandes portales en unos modernos bloques de edificios, los que dieron forma a la calle,  la calle principal del pueblo antiguo, la que dividía el Barrio Viejo del arrabal, y que quedó definida como una hermosa calle de espaciosas aceras, con sus bancos y su alumbrado decente. Por mitad de la calle, seguía pasando, camino de Bilbao.  la carretera general.  Nuestros pasos sonaban blandos por el calzado deportivo que habitualmente usábamos tanto ella como yo. Sólo el repiqueteo del extremo de su paraguas contra los grandes adoquines de reciente factura usados en el pavimento rompía el silencio de la calle vacía.

   _ ¿No vas  a subir?_ Dijo ella.

   _ Te acompaño si quieres. Hace mal tiempo. 

   _  Te decía eso porque... Bueno._ Entonces ella se lanzó de nuevo a la conversación, Quizá no tenía ganas de irse a casa todavía. Quizá echaba de menos, aunque lo creí inconcebible, nuestros largos paseos..._ Sé que militas en el Partido Comunista.

   _ El Partido Comunista es legal en España desde 1977.

   _ Entonces hace ya quince años.

   _ Mi carné es de 1974. Tengo el honor de haber luchado contra la dictadura franquista desde la clandestinidad. 

    No sé porqué me quise hacer el héroe. Mi lucha no había pasado de cuatro pintadas y del reparto de octavillas.   

   _ Quemaron iglesias antes de la guerra, me lo contó mi abuelo. Mataron curas y monjas...

   _ Y salvaron a Europa del nacismo. El Arcángel Rafael jefe de las huestes celestiales tuvo que aliarse con los demonios comunistas para salvar al mundo de algo peor que el mismo demonio.

   _ ¿Quiénes eran las huestes terrenales del Arcángel Rafael? ¿Los americanos?

       Después de un largo punto y aparte en el que indiqué que no me apetecía seguir esa conversación sólo dije:

   _ Da igual.

   _ ¡En fin!_ Suspiró ella. Entonces dime, ¿porqué ahora vas a misa? 

    

           



        

sábado, 10 de abril de 2021

Orando en la oscuridad 1

  






    Le dio rabia y le entró como una especie de asco cuando la vio temblar sólo porque le había echado cuatro gritos. Había llegado a unas alturas en que se encontraba visiblemente cansado. Era como si todas sus frustraciones juntas estuvieran apaleándole al tiempo. Sentía literalmente al apaleador siguiéndole los pasos a cualquier parte que fuera y con la paleta golpeándole el dorso a cada instante. Era hijo de unos ignorantes ¡sus padres! Toda la vida trabajando para aquello. Cierto es, que vivían cómodamente. Habían por fin, después de siglos de explotación de su propia generación y de las anteriores, adquirido un buen piso, en una zona centro...Cualquier vecino del pueblo era testigo de que él vivía todavía de sus padres, incluso estando su padre muerto; Pero el viejo había dejado todo bien amarrado. Un día pondría una bomba en el portal y haría saltar la calle por los aires... Vivían con un pasar, ¡sus padres! ¡menudos ignorantes! Ahuchar, ahuchar, eso es lo que habían hecho toda la vida, en vez de invertir en su educación. Y ¿para qué? Para comprar alfombras.  Hasta en el salón había una alfombra persa. Alfombras y lámparas de cristal, para que se hiciese todavía más rico el de la mueblería del bajo comercial que ocupaba la mejor esquina de la calle, y metros y metros cuadrados de lujo que nadie se podía permitir. Tarde o temprano lo pagarían... Si todos los pisos de la calle eran iguales por fuera y por dentro. Si todo era un quiero y no puedo. Unos egoístas, eso habían sido sus padres. Nunca se habían preocupado mucho ni del porvenir de su hijo ni de su educación. Él podía haber sido cualquier gran cosa importante. Un hombre clave en la política en un momento histórico clave como aquel, momento de reconstrucción democrática, momento de prosperidad. Tenía voluntad, tenía carácter de lucha. Pero nunca había podido estudiar. Lo mismo que aquella mujer que no se le despegaba ni a sol ni a sombra, tampoco había podido estudiar la infeliz, ni habría valido para ello. Él era diferente. La sabiduría se filtraba hacia sus entresijos neuronales desde algún lugar supremo. Era como si tuviere un tercer ojo, como si la... Providencia, le hubiese elegido a él, por alguna causa. Su madre era mucha madre. Siempre la había visto rezando el rosario durante horas. Una mujer de tan sobria elegancia, piadosa y humilde tenía por descontado que haber obtenido alguna recompensa del Altísimo, entonces, qué menos que haber alumbrado a un hijo superior. ¿Por quién rezaba su madre si no era por él?...Había humillado a su madre, decepcionándola, incluso levantándole la voz muchas veces. Él la había humillado. Ahora lloraba. Luego, arrojaba a gritos de la callejuela, a aquella mujer que le seguía por todas partes; Pero no le servía de nada. No se la sacaba ni con agua hirviendo. Y él no tenía dinero propio, el que obtenía haciendo algún que otro trabajillo esporádico no le duraba nunca mucho. Y a su madre, todavía tenía vergüenza, no iba a pedirle una asignación, lo más que se atrevía era a sisarle algo de la vuelta cuando le mandaba a por las compras. Aquella pobre no tenía la culpa de su propia amargura. Ella no le seguía por dinero, lo sabía bien, era por algo mucho más incómodo, era por amor. Aunque posiblemente sólo fuera por compañía. Era una mujer que estaba muy, muy sola. No tenía ni siquiera amigas, y bebía demasiado.

    Ese día se habían visto en una callejuela medio escondida entre el barrio nuevo y el antiguo. Y la vieja y sombría callejuela que llevaba a un taller de carpintería casi siempre cerrado, por lo menos a aquellas horas de la mañana, y que  acababa en los descampados que subían hacia la montaña, les servía a los dos para refugiarse de miradas indiscretas, miradas ajenas. Aquella mujer no tenía la culpa de un momento de debilidad suyo. Era un hombre. Tampoco tenía él la obligación de atenderla cada si y cada no, como si fuese de vez en cuando, como si hubiese firmado una subscripción con una entidad editorial, sólo porque se conocieran el día aquel en que ella casi se descalabra, y él caballerosamente hubo de acompañarla a ella y a su hijo hasta la misma casa de ella. Y sólo porque días más tarde al salir del bar coincidiera con ella, en penas, calores etílicos y sahumerios de tabaco... Aquella mujer era la antítesis de su santa madre. Aquella mujer vivía en un cuchitril, mientras él tenía el buen piso de sus padres. Por algo, por algo le seguía y no se despedía de él. 

   A veces, reconocía dejarse llevar de la violencia. Lo mismo le gritaba a su madre que a la Virgen Santísima. Pero aquella mujer, podía llevarle a la exasperación, aunque luego acabaran en la misma cama. Era delgada y frágil. Sólo el alcohol parecía dotarla de fuerza y tono muscular, desinhibición y calor entre los muslos. Su pelo bruñido y negro, su larga melena ondulada olía siempre bien, como la hierba fresca  bajo el calor del verano. Su pequeña casa estaba siempre limpia. Era un espacio humilde recientemente encalado, y  albergaba tan sólo los estrictos enseres necesarios. La televisión estaba en el cuarto del niño. A ella no le gustaba la televisión. El niño se quedaba dormido viendo la televisión mientras ellos podían estar juntos después de haber entrado a hurtadillas hasta el cuarto de ella. Entonces él, la trataba bien, dulcemente, y también le hacía prometerle que no le seguiría más por la calle, aunque aquella fuese la última vez que yacían juntos, Qué él era libre, que él nunca le había pedido un compromiso. Que cuidara de su hijo, que él la ayudaría con lo que fuera aunque no fuera hijo de él. Que comprendiera que no podían mezclarse hasta hacerse inseparables, que si quería matar a su madre de un disgusto, después de la pérdida reciente de su padre, solo le faltaba eso a la pobre. Que claro que quería tener nietos su madre; Pero nietos propios, no de verte tú a saber quien. 

   Entonces callaban los dos. Oía en el silencio la respiración del niño el cual dormía plácidamente en la otra habitación. Al día siguiente sería domingo. Él saldría de madrugada sin dejar que el niño le viera. Y luego regresaría llevando unos cruasanes, para desayunar  los tres juntos, él, con la mujer y el niño. El niño no tenía la culpa. Se veía a si mismo en aquella tierna edad, un poco reflejado en el chavalín de 11 años, cuando llegaron desde el pueblo aldea al pueblo ciudad, sus padres, él y su hermana.  Conocía al niño junto a su madre desde que el muchachito tendría unos nueve. Era un niño que no tenía muchos amigos, callado y serio, como acomplejado. Los otros vecinos del pueblo no querían que sus propios hijos anduvieran con un hijo de donnadie. Una razón más para que él tomara venganza y pusiese una bomba. Algo se le enternecía entonces por dentro. Una pena profunda le embargaba el alma y casi tenía ganas de llorar. Apagaba el cigarrillo.

_ ¿Qué te pasa? _ Preguntaba la mujer somnolienta.  La cabeza pequeña de la mujer, melena desparramada en la almohada,  yacía apoyada en su brazo dejándole la extremidad dormida.

 _ No es nada. Se me ha metido un poco de humo en  un ojo, y ahora me escuece. Voy a dormir. Entonces, apagaba el cigarrillo y  volviéndose de espaldas lo intentaba, intentaba dormir.


      Se despertó y con los ojos medio asustados lanzó una misma mirada a ambos lados de la cama buscando a  la mujer. No sabía muy bien en qué cama, en qué habitación se encontraba, hasta que pudo ubicarse y reconoció en las sábanas la textura propia y el olor del jabón que usaba su madre para lavar. La habitación parecía demasiado oscura. El aire que respiraba era terso, la oscuridad tupida y suave típica de las noches frías le hicieron sentir que todavía tenía sueño. Un perro ladraba al final de la calle, obediente a la voz del amo se calló pronto. Al rato, la lejana tormenta que el animal había percibido bramaba desbocándose con gran aparato sobre los primeros edificios del pueblo. El hombre, metido en la cama, arrepentido de no haberse echado una manta más encima, pensó en Sodoma y Gomorra. En su duermevela, aquella mujer tan pronto parecía uno de los ángeles...Serían ángeles, aunque lo más posible fue que fueran jóvenes...Uno de los ángeles que visitaron a Lot para avisarle de que se pusiese a salvo porque la ciudad en la que vivía él con su familia sería desbastada, destruida por completo con hielo y fuego...Como... Sin llegar a caer rendido, se dio el hombre la media vuelta en su lecho. La ventana tiritaba ante los empujes de las ráfagas violentas de aire que una nueva ciclogénesis levantaba a doquier. Luego escuchó como el ruido de cascabeles, y era el chaparrón en plena noche repiqueteando contra los cristales y la media persiana levantada. Su cuarto daba al Noroeste. Entonces pasó un coche por la general, y entre el relampagueo de los faros entrando por debajo de la media persiana levantada y el ruido de cascabeles, la vio de nuevo a ella como en sueños, bailando seductora primero, libidinosa después, y pidiendo la cabeza de alguien al posar sus sensuales labios en los suyos, antes de meterle la lengua hasta la laringe para impedirle gritar.  

   

    Fue la lluvia copiosa y fría, y su ritmo repetitivo y constante, amenizado de vez en cuando de algún trueno redondo y sonoro allende tierra a dentro, lejos del Camino Alto, lo que acabó consolándole. Lluvia cuya especie de persistente pureza, ya desde niño le calmaba. Luego por la mañana sería domingo, nadie tenía nada que hacer, el domingo a esas horas la gente aún no habría asomado los ojos, más cuando habían quitado la misa de las siete y media. La misa de las siete y media... Se despertó. Suspiró al acordarse de pronto de aquella mujer joven, la que aparecía en sus pesadillas de adulto.

  Se levantó. Y después de las obligadas abluciones, todavía en pijama, se sirvió café de la cafetera y lo metió en el microondas... Rubia caramelo, del color de aquel muchacho, su difunto hermano, pero alta, esbelta, orgullosa... 

  ¿Quién se creía que era para despreciarle a él? Tres años levantándose de madrugada para no faltar a la primera misa, tres años de piadosa adoración a  aquella virgen viviente de carne y hueso para descubrir que, como todas, era un demonio de vanidad y lujuria, de hipocresía  e interés... Echó el trago de café sin haberle dado vueltas con la cucharilla y casi se quema. Un café solo por las mañanas y entraba en las prisas de vestirse mientras su cerebro, otra vez, se ponía a cien: Quitaron la misa porque solo iban cuatro pelagatos, bueno, cinco, tres viejos marineros, ella y yo. Claro que luego estaba el cura, y las monjas, haciendo un montante en total de unas quince personas las que asistían al oficio. No se hacía un buen cepillo. No merecía la pena. Pero me ha venido bien la misa de vísperas, una misa que tampoco es multitudinaria. Y a mí, que nunca me ha gustado madrugar. Además a esas horas tampoco hay mucha gente en la calle. ¡Mejor! No me apetece encontrarme con nadie.


   Muchas veces, demasiadas, sentía como si cualquiera pudiese leer en su cara, todas y cada una de las decepciones que le había dado la vida. Las mujeres le habían plantado, alguna incluso en el propio altar... Y eso había recibido, calabazas, sistemáticamente, desde su juventud. ¡Si el hubiera sido alto y de buena planta! 

   Tampoco había empresa fuerte, o taller de utilidad que no le hubiese rechazado para trabajar. Sabía de todo; pero no rendía en nada. La palabra oportunidad no existía para él.

   Salió a la calle, aún sin tener ganas de encontrarse con nadie... Rezar, había rezado. Durante tres años no había faltado a la misa diaria ni un solo día. Luego, a la salida, después de estirar un poco las piernas solía volver sobre las nueve de la mañana a casa. Y ese domingo sería igual; Pero sin misa. Encontraba a su madre, ya mayor, haciendo el desayuno. Entonces desayunaba con ella, aunque no cruzaban una palabra, y luego se volvía a la cama hasta las doce o las tres, según lo que le apeteciera dormir. Recordaba que, cuando quitaron la misa de la mañana, aquello le vino estupendamente y le ayudó a albergar nuevas ilusiones.

   Al anochecer había esperado fiel  a la salida, y sólo por  ella, la cual solía asistir  a esa misa por la tarde. Eran amigos. A ella le gustaba explicarle La Palabra. Se habían conocido el día del funeral del hermano de ella, aquel joven loco del color de un pirulí pegajoso, rubio, con las mejillas siempre de color bermellón, y que se había quitado la vida arrojándose de un andamio al vacío. Habían pintado juntos, paredes, carpinterías, fachadas. Ella sólo podía conocerle a él de vista, de haberle visto con su hermano. De eso que aquella joven se hubiese hecho medio monja, casi una penitente. Decía que era pecado suicidarse, que su pobre hermano quizá había estado poseído y que, aunque no se le había negado la cristiana sepultura, ella tenía que rezar por él todo lo que pudiera. Entonces,  mientras luego le explicaba La Palabra, al tiempo se dejaba acompañar hasta la puerta de su casa. Y así cada día, durante al menos año y medio. Hasta el día en que él se declaró una noche de verano, después de haber caminado la ida y la vuelta  del espigón del puerto, que era bien largo, por partida doble; Después de contemplar juntos como el sol sediento al final de la larga jornada se hundía en el agua de la ría. Y ella rompió a reír. No sólo se conformó con rechazarle, que se había reído de él, reído, con todas las letras.  De cualquier manera, fuera como fuera, o hubiese sido como fue, se sentía tan sumamente desgraciado, que una vez de vuelta a la cama todavía caliente, con el desayuno de tenedor confortando su miserable estómago, allí quería quedarse para no volver a levantarse más, con el único deseo de escuchar un ¡Bum! lejano, y que a él no le pillara, mientras todo saltaba por los aires.  

jueves, 8 de abril de 2021

Temor y esperanza 2

  ¿Quién me ha visto a mí de rodillas sobre un costado de una alfombra persa, contemplando con  cierto pudor los dibujillos de la alfombra, algo así como unos leones a la caza de ágiles gacelas, y tigres encaramados en ornamentados árboles frutales, más la manada de elefantes recorriendo un remate boscoso...? Toda una película que no me parecía muy a tono con un sitio de oración. Pero, con tal de no mirar hacia donde Mi Bella Virgen Particular hacía el saludo al sol, y no sé qué otras posturas de yoga antes de sentarse a lo musulmán, intentaba yo ensimismarme en cualquier otra cosa...Miré de soslayo.  La niña de la teta se había puesto a imitarla, y ella observó sus progresos  satisfecha al tiempo que reprimía una mueca cómica... Yo, colorado como un tomate,  impregnado el ambiente como estaba de tanta desinhibición, de un eclecticismo tal, no sabía a qué otro sitio mirar. Me costaba asimilar todos aquellos cambios en mi vida. Seguía militando en el casi medio desaparecido Partido Comunista de los Pueblos de España... Para mí seguir los pasos de la fe de mis padres ya era difícil, como para entregarme inconsciente a toda aquella mezcolanza. Hubo un momento en que dudé. Me sentí incluso ridículo. La mujer alta, mi paisana, enterita como estaba vestida de negro, y con aquel sol dorado bordado en su jersey, empezó entonces a rasguñar una guitarra que por ahí había, quería entonar el padre nuestro, ese padre nuestro conocido como el de Simon and Grafunkel. Entonces la mujer que yo amaba con locura, se levantó como despedida por un resorte y arrebatándole la guitarra dijo que aquel rasgueo de sevillanas no pegaba ni con cola, y que no estaba el ambiente como para canciones.

_ Estamos reunidos aquí, no a cantar la marimorena, si no por algo muy serio, muy serio, y muy triste_ dictaminó. Y en ese momento sentí que mis planes del día antes del atentado de pedirle que me enseñara a tocar la guitarra no sería buena idea en mucho tiempo.

_ Mi querida amiga, no te pongas así. Decía San Agustín que "Quien canta reza dos veces."_ Comentó Beato y luego añadió._ Necesitamos sacudirnos la tristeza y levantar el espíritu.

_ Está bien. Permitidme entonces que me encargue yo de la guitarra para darle el tono más adecuado, porque tampoco podemos dejar todo a la imprudencia. Habría que ser  más modestos..._ Dijo ella, al tiempo que le lanzaba una mirada directa a la mujer alta y triste. Yo intenté entonces, llevado como por un sentido de empatía con la otra mujer, la cual parecía ser objeto de sus críticas e insinuaciones, intenté odiar a tan virtuosa maestra, Intentaba odiarla y no podía... Tanto me atraía su ángel como su demonio. Me pregunté a qué venía aquella actitud. Parecía celosa. La mujer alta, paisana mía de toda la vida, como ya he dicho, se había sentado justo en frente mío, y no muy lejos. 

  _ Sé cantar  bastante bien el Ave María de Gounod. ¿Podría ser que luego lo cantase a capella? Y ¿si alguien me acompaña.?_ Comentó la advenediza "imprudente" con una sonrisa. Esa mujer y yo habíamos sido vecinos cuando éramos bastante niños. Sería de mi edad posiblemente. Luego, se inclinó sobre una bolsa armada de papel con logotipo de Dior, y buscó entre unos papeles. Sacó un cirio blanco y alto y se lo alcanzó a nuestro Beatón._ Toma, como te prometí.

   _ Esta antigua iglesia tendría que ser sacralizada de nuevo. Y antes de que se vuelva a abrir al culto, así se hará. De momento, esta vela representará a nuestro Señor Jesucristo, Dios de vivos y muertos. Al rezar, pediremos especialmente por las almas de los que han sido arrebatados a sus familias en este horrible atentado. Y pediremos por sus familias. Pediremos también por la recuperación y la salud de los que en estos momentos se debaten entre la vida y la muerte en las ucis como consecuencia de la asesina barbarie. Y pediremos por nosotros.

    Mientras Beato hablaba, colocó el cirio en un atril, que también la mujer alta había sacado de su bolsa. Cuando encendió el cirio, ya todo el mundo se había ido sentando formando un círculo en actitud de recogimiento. Me sorprendió que mi admirada pretendida, la que me había dado calabazas dos meses antes, se sentaran a mi lado, interponiendo tan sólo entre ella y yo la guitarra que posó en el suelo.

    _ Ahora cantaremos y rezaremos el padre nuestro._ Nos dijo el hombre, sentándose. Ella volvió a coger la guitarra, y unos deliciosos arpegios de indudable inspiración mística comenzaron a emerger del instrumento, abriéndose como flores en el espacio. Entonces los que sabían ese padrenuestro empezaron a cantar. La música era la de sound of silence

    Cuando acabamos, la mujer alta volvió a buscar en su bolsa. Mi amiga me dio con el codo antes de posar de nuevo la guitarra en el suelo. Sus ojos de soslayo eran todo un poema. 

_ Con el permiso de los concurrentes quisiera también poder cantar aunque sea al final El Ave María de Gounod. Tengo aquí algunas partituras._ Y se la tendió a quien le  había dado lecciones de modestia.

_ Esto es muy difícil. Y sin haber ensayado_ respondió taxativa mi amada. Mi amada tenía un oído privilegiado; Y de oído, era capaz de pillar al vuelo hasta el Ave María de Gounod, lo que parece ser un estudio o variación de una composición de Sebastian Bach. Pero no tenía ni idea de leer una partitura ni habría de intentarlo jamás.

_ Necesito cantarle a la Virgen. Somos amigas ¿verdad?_ Dijo suplicante la paisana pródiga y recuperada para la vida espiritual de aquella comunidad norteña.

_ Sí, claro que somos amigas. He sido yo misma quien te he invitado a esta quedada de oración._ Mi amada suspiró._ Pero, para empezar estamos interrumpiendo la oración.

_ Creo que si leo la partitura no me equivocaré en una sola nota. 

_ Y ¿el acompañamiento? ¿Quién te da la entrada? Te puedes perder perfectamente sin acompañamiento.

     Los que estábamos perdidos, sin entender nada de todo aquello, éramos el resto de los asistentes al acto. Claro que, todo sea dicho, la naturaleza del mismo acto era todo un ejemplo de la mejor improvisación. Entonces la mujer alta y triste volvió a mirar en su bolsa de Dior, y sacó un pequeño radio casete. Miró a Beato, quien se supone guiaba la oración, y este le concedió permiso con la mano.

 _ Necesito levantarme._ Dijo ella.

_ Sí, claro. Adelante._ Le pidió Beato.

_ Me voy a acercar hasta el presbiterio. Cuando me de la vuelta, y mire hacia vosotros, pones en marcha la cinta.

    Mientras la mujer triste daba todo este tipo de explicaciones miré a mi amada, sus ojos se habían abierto como espantados; Pero no se atrevió a decir más.

    Beato le dio al play en cuanto la cantante se colocó mirándonos desde aquella inmejorable puesta en escena con el ábside al fondo, cayéndole un haz de luz que se filtraba desde un ojo de aguja que había en la parte de arriba de la puerta del sur casi a sus pies, un haz de luz que atravesaba casi lo largo de toda la nave de la iglesia hasta donde se suponía que habría ido colocado el sagrario en sus viejos tiempos. Música y luz inundaron un espacio que había sido lugar de ejecución entre sus ruinas cuando la guerra, ejecución de muertes injustificadas y fusilamiento de inocentes. No en vano, la antigua cárcel, hoy desaparecida, levantada un siglo antes del estallido de la guerra civil, había estado situada a muy pocos metros de la iglesia, en una pequeña sima al otro lado de la cuesta. 

    Entonces, cuando nuestra mezzosoprano empezó a cantar, se levantó también la niña y fue hacia ella corriendo. Cuando puso sus manos en las rodillas de la cantante levantando sus ojillos cautivados de admiración hacia la cara que cantaba, transfigurada en ese momento en una María Callas verdadera, las lágrimas empezaron a caer de los ojos de la mujer triste, recorriendo toda su amplia faz, mientras temblaba toda entera. Cuando acabó su amén cayó de rodillas abrazándose a la criatura en un mar de lloros. 

miércoles, 7 de abril de 2021

Temor y esperanza 1

 

 

 

   El 20 de febrero de 1992, día jueves, un atentado de eta en la Albericia, segaba la vida de tres personas, causando además 21 heridos. Recuerdo que en los primeros días se habló incluso de siete muertos. ¿Cómo quedarían algunos de los heridos? Eso sólo lo saben ellos y sus familias. La medicina ha hecho milagros, salva y ha salvado vidas. Posiblemente todas esas personas, que se salvaron por fin, arrastraron, y los que todavía vivan, arrastran, secuelas incluso graves.  El domingo de esa semana, día 23, quedamos, por razón de tan lamentable desgracia, para rezar, el pequeño grupo de nuevos amigos que me estaba echando, entre ellos estaría posiblemente la causante de este giro en mi vida, y aunque ella me amara únicamente con amor cristiano, creo que yo la había convertido a ella en mi auténtica religión. Iba a hacer lo que fuera por volverla a ver, por coincidir con ella tan sólo un instante. Lo mismo fuera, trabajo gratis por la causa, contribuyendo en aquel momento a la recuperación de La Iglesia de San Martín. Una aportación económica habría sido inviable por mi parte. Ese día cuando apareció Mi Bella, venía con ella alguien más. Y conocí a una persona, una mujer bien joven todavía. Nos contaba aún temblando que el azar la había llevado ese mismo jueves aciago a La Albericia, y que jamás antes había estado en La Albericia. Y que justamente había estado allí mismo, en el cuartel de La Guardia Civil...Que porqué la llamaron a ese cuartel, habiendo como había diez o doce cuarteles mucho más cerca, es un misterio. Y que de la misma forma misteriosa se libró por los pelos de perecer, mismamente de padecer, allí mismo, ese atentado, con las  personas que estaban esperando en la parada de autobús dirección Santander._ El mismo guardia civil de paisano, uno de los que me había ido a buscar a la estación de Santander- decía- acababa el turno justo a esa hora. Le debo la vida. Se ofreció a  acercarme a Santander nuevamente...Yo- todavía agitada por lo sucedido su voz temblequeó un momento.- Yo- repitió_ habría dejado huérfanos a mis hijos._ Y en ese mismo momento que nos confiaba toda aquella angustia, una niña de unos tres años vino corriendo y se encaramó a su madre para meterle la mano en el pecho... Esa chica se confirmaría meses más tarde, casi un año después de lo sucedido. Y su madrina de confirmación, la que también el azar cruzaría en su camino era una de esas llamadas "víctimas colaterales" que no constan en los memoriales ni en las listas de las hemerotecas de los periódicos. De Bilbao, y tan solo una  adolescente. Víctima también de eta, intentaba rehacer su vida con dos operaciones en el el cerebro a sus espaldas a causa de unos tremendos ataques epilépticos, invalidantes a lo largo de su corta vida, que vino a sufrir desde el día en que presenció al salir corriendo de la escuela con su mejor amiguita de la mano, con tan sólo cinco o seis años, como los padres de su amiga, que habían ido a recogerlas a la salida de la escuela recibían una ráfaga de metralleta desde un coche en circulación, que se dio seguidamente a la fuga... Asesinados por eta ante los mismos ojos espantados de unas niñas. Asesinos rondando las escuelas... Recuerdos que la mente intenta olvidar enterrándolos en el subconsciente. Recuerdos tan imposibles de digerir que causan una reacción de autodestrucción del cerebro que los guarda. La madrina de confirmación de esta mujer recién conversa, moría un poco o un mucho cada vez que convulsionaba... Yo la conocería años después. Pero esa madre joven que acababa de conocer, nerviosa, verborréica como diría un médico o un psicólogo, no dejaba de hablar de esa otra persona. Y, no sé el porqué de este circunloquio. Supongo que una cosa lleva  a la otra...  Estaba hablando de la banda terrorista ETA. (Haciendo el PREU, hace muchos años, decían los profesores que se me daba bien escribir; Pero que tenía que seguir estudiando.)

     El caso es que,  después de ese jueves, antes de acabar la semana, No había podido negarme a ninguna de las iniciativas de Beato... Todavía me veo a mi mismo cargando con aquella alfombrona que nos dio Maria Jesús, y que la víspera por la tarde el sábado, habíamos ayudado a retirar de su salón de más de 20 metros cuadrados._ Total, ya estamos mayores. Me ha dicho mi hija que la quite. Y tiene razón por que éste me la va a mear si no hoy, mañana._ Así que nada más despuntar el día. Vino Beato, y con la ayuda de la misma pécora que me exigía en el portal dos días antes un pantalón nuevo para su papá, cargamos la alfombra, yo que me la había echado al hombro, en el medio, y los otros en los extremos, porque la alfombra, aparte de haber podido por su propio peso tumbar a un cristiano, a mí me colgaba por delante y por atrás. El caso es que, como el edificio en que vivimos no está muy lejos de La Iglesia de San Martín, la llevamos andando. Subiendo la cuesta, no sé si sería aprensión; Pero yo juraría que me llegaban  lejanos hedores de los orines de Ramonín. Sin embargo, cuando llegamos y la extendimos en mitad de la única nave vacía, lució mucho, y vimos que de limpia que estaba parecía nueva.- Es persa, y de pura lana virgen- explicaba la mala pécora...No era mi vecina- ¡Menudo pastón que se gastaron mis padres en ella. A mí, porque no pegaba con el estilo de mi piso de Bilbao, que si no, me la llevaba. La única pega que tenéis es que no sé cómo vais a pasar el aspirador. No veo un triste enchufe._ El ayuntamiento ha levantado recientemente la cubierta. Este templo todavía no tiene toma de luz. Pero para eso tenemos las baterías de los coches.- Respondió Beato. Luego la hija de mis vecinos se largó con viento fresco. Y por la tarde allí volvimos a reunirnos: Beato en el centro, Mi Bella que no podía faltar puesto que, el bar de tapas donde trabajaba, cerraba el domingo después de las cinco. Una antigua vecina del pueblo, de quien la gente decía que había sido algo así como cupletista o trabajado en un bar de top-less en Madrid, y que había vuelto a la casa de sus padres en el puerto, visiblemente desmejorada... Casi ni la reconozco cuando la vi abrir la puerta y entrar, casi toda ella vestida de negro, con una larga melena de color castaño oscuro, y una bolsa como las de las boutiques en la mano. Pocos más éramos, aparte de dos piadosos muchachos de Bilbao, amigos de Beato que vinieron más tarde. Luego, también se nos unió más tarde, la joven nueva, madre de dos niños pequeños, uno de  ellos, la mamonceta frescales que le pedía el pecho por la mañana. Vivían en una antigua casa unifamiliar con huerto sita muy cerca de esa iglesia, prácticamente pegando. Y tanto puedo decir de ella que era una nueva joven, que se nos añadía al grupo, como que parecía una joven nueva, por su expresión, la de alguien recientemente renovado por dentro. Entró trayendo con ella a sus hijos.

     Y,  naturalmente, ¡se me olvidaba! Luego estaba yo ¡Yo mismo!