miércoles, 31 de marzo de 2021

_ Porque tengo miedo.

      Había empezado un lunes, terminó un jueves. El miércoles un vecino mayor, bastante torpe le pegó sin querer una patada a uno de los botes que tenía con brochas sumergidas en aguarrás. Se puso perdida. Bajó la hija, y le reclamaba el precio de un pantalón nuevo para su padre.

    _ ¡Y dale gracias que no se ha resbalado y caído rompiéndose una pierna!_ Escandalizó la mala pécora. Hasta que bajo la esposa del caballero afectado, y le dijo a su hija que ya estaba bien de escandalizar, que si algo le sobraba a su padre eran pantalones, y que dejara al pobre muchacho terminar lo que estaba haciendo.

    El jueves por la mañana pronto la desagradable experiencia del día anterior le impulsó a terminar el arreglo de la puerta fuera como fuera. Faltaba ya darle la última capa. El barniz preliminar dado de base, había secado muy bien gracias al frío de las noches. Pero pintar con barnices carpinterías de una fachada sur, expuesta durante la mayor parte del día a un sol de plano, dificulta el secado, y eso es lo que no sabían aquellos ignorantes. Pero el cielo había sido benigno con él, y esa mañana incluso lloviznaba. No estaba mal. Volvió a  asentar la escalera. El dueño del Charles, el bar de los futboleros, sito justo enfrente, al otro lado de la carretera, pasó sobre las diez a abrir su negocio.

   _ Me gusta cómo te está quedando. 

   _ Tarde abres hoy.

   _ Cada vez hay menos obreros que te vengan a tomar el café y el chupito de la mañana, o necesiten comprar la cajetilla en la máquina... ¿Te acuerdas cuando abríamos a las siete?

   _ Me acuerdo, me acuerdo....Échame una mano anda. Ayúdame a calzar bien esta escalera.

    El dueño del bar, antiguo jefe, le echó una mano.

_ Ya está segura... Pues nada, que ahora ¿para qué va uno a madrugar? Ya no merece la pena abrir a esas horas. En la calle no hay más que jubilados. Y para aguantar al trastornado ese del Ramonín, que no te deja más que lo que cuesta un café, y se tira ahí leyendo el periódico gratis toda la mañana, levantándose cada sí y cada no para ir al servicio, por lo de la próstata... Pues ¿no tiene la casa en frente?

 _ El otro día se meó en el ascensor. Que no quiere llevar pañales le dice a la mujer....Y le está saliendo caro a la comunidad, que no sabes cómo ha subido la factura de la luz, todo el día con el ascensor para arriba y para abajo._ Y de arriba a abajo pasaba él su brocha.

 _ Malo es llegar a esas edades, con lo de la próstata. Y si estás como una chota peor... Sordo como una tapia, y loco como una cabra._ El dueño del bar se echó a  reír._ ¿No sabes el otro día?...Esa muchacha colombiana que vive en el cuarto, justo en cima del bar; pero en el cuarto, a la altura del Ramonín ese, tu vecino... La que está cuidando a los señores de Alonso... Deben dar justo frente a frente los balcones... La oigo que grita.._ El hombre se partía de risa contándolo.

 ...Yo estaba limpiando la cristalera por fuera, y va la oigo que le grita ¡Oiga usted! ¡Como vuelva a hacer eso llamo a la policía!

   _ ¿Qué estaba haciendo el chalao ese?

   _ Miro para arriba, y veo al Ramonín que estaba medio asomado a la terraza, que se da la media vuelta y debió de meterse corriendo para casa...Yo desde abajo no le podía ver. Así que al recoger las cosas de limpiar tuve la suerte de ver a la muchacha que al poco bajó a la calle, y voy y le pregunto. ¡Ufff! ¡Jajajá!

   _ ¿Tan divertido es? Acaba ya, que quiero terminar esto hoy.

   _ Y va y me dice que el Ramonín estaba pingándose sobre la barandilla de la terraza y sacando una pierna por fuera. Se lo cuento a la mujer...Si tienen como noventa años cada uno... ¡O más! ¡Ciento ochenta suman entre los dos!

   Ya me puso de mala leche._ ¡Pero ¿Acabarás?! _ Le grité. 

Mi antiguo jefe hipaba de risa._ Que dice la mujer que cada está así, amenazando con tirarse por el balcón. Pero que no pasa nada, que ella no hace caso... No caerá esa breva._ El dueño del bar suspiró._ Unas risas para empezar el día nunca vienen mal._ Bueno. Voy a abrir... Lo que me pasma es la tranquilidad con que la mujeruca me contestó. Mientras que a la otra pobre, a la colombiana, casi le da un infarto.  


    Sobre las doce, ya iba  a retirar la escalera, cuando veo que El Beato baja por la calle._ Y ¿Esa escalera?_ Me pregunta._ Buenos días, lo primero._ Le respondo._ Buenos días, buenos días._ Me con testa._ Bajo de la Iglesia de San Martín. Estamos limpiando el templo por dentro. Ya sabes que ha estado medio abandonado. Le he pedido permiso al párroco para adecentarlo para el culto. Y me ha hecho entrega de la llave._ Me parece muy bien; Pero yo no...Yo no puedo._ Musité._ No te preocupes. ya tengo gente que me ayude; Pero esa escalera nos vendría de rechupete._ Iba yo a contestar que no era mía, cuando en ese momento empezamos a oír el ulular de sirenas y sirenas, de ambulancias, dos o tres, y coches de la policía municipal abriendo paso, subiendo por la general._ ¿Qué es eso?¿Qué habrá pasado?_ Se preguntó El Beato palideciendo._ Espero que sea sólo un simulacro._ Me atreví a aventurar._ Pues ha tenido que ser un accidente gordo...¿No habrá sido un autobús? ¡Dios no lo quiera!

   _ ¿Qué pasa?

   _ ¿Qué barullo es ese?

   _ ¿Qué habrá ocurrido?

     Los curiosos salían de los comercios con cara de muchas preguntas. Nuestro pueblo era un pueblo tranquilo. _La gente se arremolinó en la calle. Y entonces, el dueño del Charles asomó de su local y soltó la noticia como una bomba en medio de la acera._ Estaba oyendo la radio. ¡No me lo puedo creer! ¡Esos hijo putas!...Ha sido un atentado.

  _ ¡Un atentado!_ Gritó la gente.

  _ ¡Hijos de puta! ¿No tienen bastante con su País Vasco? ¡Pues que se queden allí!_ Dijo alguien. 


    Luego por la noche le dio rabia y le entró como una especie de asco cuando la vio temblar, a su pobre beoda, sólo porque le había echado cuatro gritos. Había llegado a unas alturas en que se encontraba visiblemente cansado. Era como si tantas frustraciones juntas estuvieran apaleándole más que nunca. Sentía literalmente al apaleador siguiéndole los pasos a cualquier parte que fuera y con la paleta golpeándole el dorso a cada instante. Era hijo de unos ignorantes ¡sus padres! Toda la vida trabajando para aquello. Cierto es que vivía cómodamente. Habían por fin, después de décadas de auto explotación de sus propias personas, y de sus hijos, haciendo lo que sus antepasados habían hecho por generaciones rompiéndose el espinazo, lo habían conseguido, adquirido un buen piso en una zona centro...Cualquier vecino del pueblo era testigo de su fracaso. Un día pondría una bomba en el portal y haría saltar la calle por los aires... Cierto era que vivían con un pasar, ¡sus padres! ¡menudos ignorantes! Ahuchar, ahuchar, eso es lo que habían hecho toda la vida, en vez de invertir en su educación. Y ¿para qué? Para comprar alfombras.  Hasta en el salón había una alfombra persa. Alfombras y lámparas de cristal, para que se hiciese todavía más rico el de la mueblería del bajo comercial que ocupaba la mejor esquina de la calle, y metros y metros cuadrados de lujo que nadie se podía permitir. Tarde o temprano lo pagarían... Si todos los pisos de la calle eran iguales por fuera y por dentro. Si todo era un quiero y no puedo. Unos egoístas, eso habían sido sus padres. Nunca se habían preocupado mucho ni del porvenir de su hijo ni de su educación. Él podía haber sido cualquier gran cosa importante. Un hombre clave en la política en un momento histórico clave como aquel, momento de reconstrucción democrática, momento de prosperidad. Tenía voluntad, tenía carácter de lucha. Pero nunca había podido estudiar. Lo mismo que aquella pobre mujer que últimamente no se le despegaba ni a sol ni a sombra, tampoco había podido estudiar la infeliz, ni habría valido para ello. Se habían conocido el día en que a su hijo se le coló la pelota en la huerta. Vio al niño bajar por un camino casi vertical, tan empinado que desde abajo le parecía a uno como si  el terraplén se le fuera a venir entero en cima, abierto por algún hurón, porque sólo entraba por ahí un niño, o un hombre chiquitín. Esa vez me alegré en lo profundo de no ser un hombrón, y allí me metí entre matorrales y piedras a salvar a aquella pobre. Y ella había bajado detrás de él porque el niño era pequeño todavía, entonces igual tendría seis o siete años. Ella, la madre, angustiada, se medio descalabró. Tuve que ayudarla porque ni bajaba ni subía. Vi que se había medio matado y tenía sobre todo las piernas llenas de magulladuras. La acompañé a su casa para curarse. Vivíamos bastante cerca. Y luego una cosa llevó a la otra. Ella decía estar enamorada de... Pero yo...... Él era diferente. La sabiduría se filtraba hacia sus entresijos neuronales desde algún lugar supremo. Era como si tuviere un tercer ojo, como si La Providencia, le hubiese elegido a él, por alguna causa. Su madre era mucha madre. Siempre la había visto rezando el rosario durante horas. Una mujer de tan sobria elegancia, piadosa y humilde tenía por descontado que haber obtenido alguna recompensa del Altísimo, entonces, qué menos que haber alumbrado a un hijo superior. ¿Por quién rezaba su madre si no era por él?...Había humillado a su madre. Él la había humillado. Ahora lloraba. Luego, arrojaba a gritos de la callejuela, a aquella mujer que le seguía por todas partes. Se habían visto en un lugar poco frecuentado, no muy lejos entre el barrio nuevo y el antiguo. Y la vieja y sombría callejuela que llevaba a un taller de carpintería casi siempre cerrado, por lo menos a aquellas horas de la mañana, y que  acababa en los descampados que subían hacia la montaña, les servía a los dos para refugiarse de miradas indiscretas, miradas ajenas. Aquella mujer no tenía la culpa de un momento de debilidad suyo. Era un hombre. Tampoco tenía él la obligación de atenderla cada si y cada no, como si fuese de vez en cuando, como si hubiese firmado una subscripción con una entidad editorial, sólo porque un día al salir tarde del bar coincidiera con ella, en penas, calores etílicos y sahumerios de tabaco. Aquella mujer era la antítesis de su santa madre. Aquella mujer vivía en un cuchitril, mientras él tenía el buen piso de sus padres. Por algo, por algo le seguía y no se despedía de él. 

   A veces, reconocía dejarse llevar de la violencia. Lo mismo le gritaba a su madre que a la Virgen Santísima. Pero aquella mujer, podía llevarle a la exasperación, aunque luego acabaran en la misma cama. Era delgada y frágil. Sólo el alcohol parecía dotarla de fuerza y tono muscular, desinhibición y calor entre los muslos. Su pelo bruñido y negro, su larga melena ondulada olía siempre bien, como la hierba fresca  bajo el calor del verano. Su pequeña casa estaba siempre limpia. Era un espacio humilde recientemente encalado, y  albergaba tan sólo los estrictos enseres necesarios. La televisión estaba en el cuarto del niño. A ella no le gustaba la televisión. El niño se quedaba dormido viendo la televisión mientras ellos podían estar juntos después de haber entrado a hurtadillas hasta el cuarto de ella. Entonces él, la trataba bien, dulcemente, y también le hacía prometerle que no le seguiría más por la calle, aunque aquella fuese la última vez que yacían juntos, Qué él era libre, que él nunca le había pedido un compromiso. Que cuidara de su hijo, que él la ayudaría con lo que fuera aunque no fuera hijo de él. Que comprendiera que no podían mezclarse hasta hacerse inseparables, que si quería matar a su madre de un disgusto, después de la pérdida reciente de su padre, solo le faltaba eso a la pobre. Que claro que quería tener nietos su madre; Pero nietos propios, no de verte tú a saber quien. 

   Entonces callaban los dos. Oía en el silencio la respiración del niño el cual dormía plácidamente en la otra habitación. Al día siguiente sería domingo. Él saldría de madrugada sin dejar que el niño le viera. Y luego regresaría llevando unos ensaimadas o unos emparedados, para desayunar  los tres juntos, él, con la mujer y el niño. El niño no tenía la culpa. Se veía a si mismo en aquella tierna edad, un poco reflejado en el chavalín que ya había cumplido los nueve años, cuando llegaron desde el pueblo aldea al pueblo ciudad, sus padres, él y su hermana. El niño y su madre se habían mudado desde la casa de la abuela materna, una que había sido de las mejores casas de las afueras del pueblo, ahora muy abandonada, a esa pequeña cada del pueblo viejo. La mujer sólo tenía a su madre y a un hermano, la madre con un alcoholismo en tercer grado, el hermano borracho conocido y una mala persona. El niño había vivido muchas movidas. Era un niño que no tenía casi amigos, callado y serio, como acomplejado. Los otros vecinos del pueblo no querían que sus propios hijos anduvieran con un hijo de donnadie, nieto de una desgraciada venida  a menos. Una razón más para que él tomara venganza y pusiese una bomba. Algo se le enternecía entonces por dentro. Una pena profunda le embargaba el alma y casi tenía ganas de llorar. Apagaba el cigarrillo.

_ ¿Qué te pasa? _ Preguntaba la mujer somnolienta.  La cabeza pequeña de la mujer, melena desparramada en la almohada,  yacía apoyada en su brazo dejándole la extremidad dormida.

 _ No es nada. Se me ha metido un poco de humo en  un ojo, y ahora me escuece. Voy a dormir. Entonces, apagaba el cigarrillo y  volviéndose de espaldas lo intentaba, intentaba dormir.

  Después de desayunarse podían ir a dar una vuelta por la playa, y luego jugar un poco con la pelota de futbol. 

      


     Aquella mañana entre febrero y marzo brillaba con fuerza el sol invernal  desplegándose ansioso sobre un luminoso techo azul, el techo que prometía abrirse pronto a una pronta primavera.  Hacía frío. Se subió el cuello del anorak y metió las manos en los profundos bolsos que se abrían verticales en los costados. A pasos largos, con sus piernas cortas, se alejó del portal donde vivían la mujer y su hijo. En un minuto cuesta abajo salía a la calle principal. En uno de los lados de la calle, curiosamente donde más daba el sol, brillaba una fina escarcha sobre todos y cada uno de los coches aparcados en batería;  Más de uno habría tenido problemas para arrancar. Pero era domingo, nadie tenía nada que hacer, el domingo a esas horas la gente aún no había asomado los ojos, más cuando habían quitado la misa de las siete y media. La misa de las siete y media... Suspiró al acordarse de pronto de aquella mujer joven rubia caramelo, del color de su difunto hermano, pero alta y esbelta, orgullosa. ¿Quién se creía que era para despreciarle a él? Tres años levantándose de madrugada para no faltar a la primera misa, tres años de piadosa adoración a  aquella virgen viviente de carne y hueso para descubrir que, como todas, era un demonio de vanidad y lujuria, de hipocresía  e interés. Quitaron la misa porque solo iban cuatro pelagatos, bueno, cinco, tres viejos marineros, ella y él. Claro que luego estaba el cura, y las monjas, haciendo un montante en total de unas quince personas las que asistían a aquel oficio. No se hacía un buen cepillo. No merecía la pena. Así que luego le vino bien la misa de vísperas, una misa que tampoco era multitudinaria. Y a él, que nunca le había gustado madrugar, no le venía mal del todo. A esas horas siempre había poca gente en la calle. ¡Mejor! ya que no tenía ganas de encontrarse con nadie. Sentía como si cualquiera pudiese leer en su cara todas y cada una de las decepciones que le había dado la vida. Las mujeres le habían dado calabazas sistemáticamente desde su juventud. ¡Si el hubiera sido alto y de buena planta! Y no había empresa fuerte o taller de utilidad que no le hubiese rechazado para trabajar. Sabía de todo; pero no rendía en nada. La palabra oportunidad no existía para él. Rezar, había rezado. Durante tres años no había faltado a la misa diaria ni un solo día. Luego, a la salida, después de estirar un poco las piernas solía volver sobre las nueve de la mañana a casa. Encontraba a su madre, ya mayor, haciendo el desayuno. Entonces desayunaba con ella, aunque no cruzaban una palabra, y luego se volvía a la cama hasta las doce o las tres, según lo que le apeteciera dormir. Recordaba que luego, cuando quitaron la misa de la mañana, aquello le vino estupendamente para albergar ilusiones. Al anochecer había esperado fiel  a la salida, y sólo por  ella, la cual solía asistir  a esa misa por la tarde. Eran amigos. A ella le gustaba explicarle La Palabra. Se habían conocido el día del funeral de su hermano, aquel joven loco del color del caramelo, rubio, con las mejillas siempre de color bermellón, y que se había quitado la vida arrojándose de un andamio al vacío. Habían pintado juntos, paredes, carpinterías, fachadas. Ella sólo podía conocerle a él de vista, de haberle visto con su hermano. De eso que aquella joven se hubiese hecho medio monja, casi una penitente. Decía que era pecado suicidarse, que su pobre hermano quizá había estado poseído y que, aunque no se le había negado la cristiana sepultura, ella tenía que rezar por él todo lo que pudiera. Entonces,  mientras luego le explicaba La Palabra, al tiempo se dejaba acompañar hasta la puerta de su casa. Y así cada día, durante al menos año y medio. Hasta el día en que él se declaró una noche de verano, después de haber caminado la ida y la vuelta  del espigón del puerto, que era bien largo, por partida doble; Después de contemplar juntos como el sol sediento al final de la larga jornada se hundía en el agua de la ría. Y ella rompió a reír. No sólo se conformó con rechazarle, que se había reído de él, reído, con todas las letras.  De cualquier manera, fuera como fuera, o hubiese sido como fue, se sintió sumamente desgraciado.  No quería recordar. Recordar era tan doloroso como si le clavarán un yunque en lo alto de la cabeza para luego seguir martirizándole golpeándole, un golpe tras otro, recuerdos que nunca se acababan de forjar, de hierro, y al rojo vivo. Estiró el cuello, siempre hundido entre los hombros. Sacó una mano del bolsillo. Se sobó los ojos. Ahora le picaban un poco. En el bolsillo del anorak debía de haber restos de picadura de tabaco que se habían desmenuzado y salido de su paquete. Definitivamente, se había levantado pronto, tan pronto que la panadería aún no había abierto y no pudo comprar ni emparedados ni ensaimadas. Posiblemente, no había dormido tanto como le habría gustado. Mejor sería irse a su casa, y dormir el resto...

    ¡Oh! Claro que él podía haber sido cantante. Recordó su feliz juventud, cuando el dueño del bar en que trabajaba le dejaba poner la música que el quisiera. Cuando aquello, era capaz de cantar. Sabía cantar. Podía seguir al más pintado. Víctor Manuel, Serrat- a Paco Ibáñez le reservaba para cuando se juntaban en la sede del partido en torno a la barra- Luego estaba también  el inigualable Nino Bravo. Se decía que a ese valiente se le cargaron por lo de su conocidísima canción en el mundo entero: "Libre". La política y la canción nunca hicieron buenas migas. Cuando uno se mete seriamente en política el cariz del arte es distinto. Y  a no ser que sea el que lleva la voz cantante ¿Cómo pueden fiarse los compañeros de uno que cante?

    



 Yo también he creído que algún día viviría con un hombre, y para él; Que me casaría. Ahora me da la risa...Hoy mismo. Hoy mismo he soñado que me casaba. El butanero estropeaba mi traje de novia porque yo lo había colgado- el porqué no lo sé, ya sabes lo absurdos que son los sueños- lo había sacado al tendal, y el camión del butano que siempre aparca aquí porque en frente está la oficina de repsol, enganchó la cola con la parte alta de la cabina. "¡Pero... ¡Oiga! ¿No ve usted lo que está haciendo?"_ Alma se reía cómicamente al recordar su sueño, y su cara brillaba pasando del blanco de nieve de su tez a un color tenuemente encarnado en las mejillas. Era larga y flaca; pero con una gracia ciertamente infantil en su cuerpo y una cara redonda con ojos de niña eterna.  Alma no podía ser tentada por la codicia. El famoso joyero, llenito de joyas que había ido acumulando en sus años de vedete, había sido progresivamente saqueado por su hermano pequeño, el soltero, el cual nunca pudo trabajar por haber carecido de salud desde niño; y que sin embargo había entrado en el mundo de la heroína con suma facilidad. Aquella experiencia no sólo la acabó de empobrecer materialmente, si no que curó las ansias que alguna vez había tenido de ser algo en la vida. Sus aspiraciones, quizá demasiado pretenciosas estaban siempre por en cima de las necesidades materiales. Cuanto ambicionaba  parecía resumirse a reconocimiento. Y cuando quería algo, lo pensaba decididamente. Dar clases de ballet, por ejemplo, o de canto. Y sin embargo nunca lo llegaba a realizar. De antemano se barruntaba que no tendría alumnas .Nadie en el pueblo sabía quien había sido ella en los setenta y algo, lo mismo que todo el mundo ignoraba cómo y cuando se había arruinado nada más empezar una carrera tan prometedora, a las puertas de conseguir ¡nada menos que! un contrato con la televisión, por entonces todavía pública. Porque la antigua "Como se llamase", tampoco había carecido de su vis cómica, la misma que la Alma nueva todavía conservaba.

  ¿Porqué no escribes una historia para una película?_ Le pregunté a mi amiga intelectual... A veces la acompañaba a tomar exteriores con su cámara de video. Era un equipo caro para que una mujer fuera sola por ahí. Y todavía seguía muy fresco lo de la heroína, que fue como una ola en el pueblo que se llevó a la tumba, antes de que les tocara, a la mitad de la juventud. Además, era muy reciente lo del instituto donde habían irrumpido dando el palo, llevándose todos los equipos informáticos, algunos incluso sin estrenar. Todos los días, cuando bajábamos de rodar exteriores- a veces nos íbamos muy lejos- hasta la sierra, o hasta los pueblos del otro lado, muy cerca ya de Las Encartaciones- Pues, cuando bajábamos casi siempre volvíamos a coincidir con Alma que salía de misa por la tarde, de manera que esta mujer, a la que yo creía conocer desde niña porque había sido siempre vecina mía, reanudaba su diálogo... No sé lo que eran; Pero no llegaban a la categoría de diálogos de carmelitas, no habrían pasado la censura eclesiástica, el sufrimiento que rezumaba el personaje de Alma parecía pueril, poco tenía de heroico y lo mismo que George Bernanos no se habría molestado en ponerle atención, a mí ya me resultaba cansino. Pude despedirme aquella misma tarde. Y seguramente se habrían quedado más cómodas hablando de sus cosas. Mi intelectual profunda se quedaba en actitud de estática ante una meapilas que siendo jovencita, bien lo sabía yo, había sido como todas, todas las que podían lucir palmito... La virgen de carne y hueso que yo adoraba era distinta... Decidí quedarme. Pensé que ésta también podría aparecer de un momento a otro, y entonces se acercaría a nosotros porque también las conocía. Y así me quedé, escuchando a las que en aquel tiempo tanto podía haber denominado con un eufemismo como besugos, o monjas... Supongo que una conversación semejante podría darse muy bien entre feministas-también extraviadas porque todas aquellas feministas que yo conocía estaban muy en contra del aborto y el divorcio- ¿Eran herederas ideológicas de Pilar Primo de Rivera y su Sección Femenina?... Creo que tampoco. Mi camarada intelectual, feminista, comunista habría renegado de tal concepción. Aunque no sé porqué la llamo comunista. El candidato a la alcaldía en nuestro pueblo del partido de Los Pueblos Comunistas de España trató de convencerla mucho tiempo de que se hiciera el carné de afiliada; Pero nunca se lo sacó. Decía esta muchacha, que al lado mío por entonces yo la veía tan sólo, todavía, como una muchacha... Que ninguna buena ideología, buena de verdad, debería ser raptada y utilizada por los poderes fácticos. Ella estaba a favor de la maternidad, en contra del aborto, a favor del amor comprometido, y en contra del matrimonio establecido que acababa  resumiéndose tantas veces en mero contrato social o en divorcio en el peor de los casos._ Es más difícil ahora cambiar de seguro que divorciarse, y con ese divorcio exprés que se quieren sacar de la manga, ya no te digo nada, menuda banalización. _Solía decir. Otra cosa que opinaba era que unía más una hipoteca que el compromiso de amarse hasta que la muerte nos separe.

      Lo cierto es que la intelectual, esta intelectual profunda, y la antigua, ingenua vedete tenían tantos puntos de intercesión como de mutua repulsión-atracción. Parecían destinadas a encontrarse todo el tiempo, y a cambiar pareceres con tal de afianzar todo aquello en lo que creían, lo más positivo._ Ella también es una artista. Alma si que podría escribir la historia de su vida._ Solía musitarme cerca del oído la cineasta._ De todos modos, ahora no me voy a poner a escribir guiones. Es una tarea ardua. Se necesita a alguien más. Y tengo muchas cosas que hacer. 

   _ Dices que Alma es una artista. Lo que yo digo es que parece inspirarte.

   _ La he hecho muchos dibujos, muchos retratos. Es cierto que me inspira. Incluso me inspira a escribir. Creo que sólo quiero comprenderla.

   _ A mí me parece que está un poco, un poco..._ Agité las manos; pero no dije la palabra loca. Ella me entendió.

   _ ¡Qué va! Quizá tenga un carácter atormentado. Pero su discurso es totalmente coherente. No necesita medicación. Ya probó con eso, por cierto. Pero cuando empezó a salirle pelo en el pecho y a vislumbrar las posibilidades de un suicidio al cual jamás se vio abocada, lo dejó...Su fe la ha salvado. La curó de ese pánico indómito, y de una perniciosa anorexia, la que acabó con su carrera artística nada más empezar.

                                                         


     Otro día, bajando del Camino Alto, también nos la encontramos. Era un día de primavera, y hacía calor. El viento sur no había dejado de soplar desde la noche anterior; Pero nos había dado una tregua tiñendo el atardecer de tintes vinosos que en si mismos refrescaban la mente tanto como calentaban el espíritu. Y en ¡buena hora nos la encontramos! Nos empezó a contar que  a veces  se le hinchaban los tobillos... Para ese mal no era bueno pararse allí como estantigua... Pero que así le quedaba una parte del corazón libre._ Mirad cómo los tengo_ nos dijo. Y luego expuso su particular teoría a cerca de ese fenómeno, según ella hereditario, y que siempre, ya desde joven le había afeado sus canillas... Si se hinchaba de llorar o no llorar lo suficiente, mejor era que se hinchasen los tobillos, y no su corazón... Alma era muy llorona, y también muy reidora.

   _ Muchas veces he soñado que me casaba. Siempre con el mismo Amor...Era muy romántica en sus expresiones, y saltaba del sentimiento más genuino a lo picante a travesando el bosque más peligroso y romántico del mundo. Era saltarina como un fauno, y saltimbanqui como un caballito del diablo. Era objetiva y puro corazón. A su universo, a su burbuja, no le faltaba de nada. Y toda y la poca frialdad que reflejaba se transformaba en la de un puro y tierno helado de pistacho y tutifruti recién servido en su copa de barquillo,  derritiéndose por todos los lados al mínimo contacto de la brisa, o de la lengua menos golosa._ A mi alrededor, todos estaban muy ocupados en los preparativos de mi boda, y como esta vez el vestido de novia no servía porque lo había echado a perder el camión del butano, me compusieron un improvisado vestido entre las vecinas y amigas... "Toma querida, aquí tienes el ramo." " Estas flores de azahar van divinas en tu pelo suelto sobre esta diadema de nácar." Llevaba un pantalón de terciopelo y una casaca encima también de terciopelo. La casaca tenía un poco de vuelo, con una faldita. Sus mangas se abrían como las alas del ave del paraíso.  Más que una novia parecía un paje. Pensarás que posiblemente, sólo a mí podría sentarme bien un traje así....Lo curioso es que no había color existente que pudiera ir con aquella hechura extraña....Piensa un color. Quizá fuera del color que tú has imaginado, aunque...

    Yo me estaba ya mareando. Si me tenían mucho tiempo así empezaría a ver colores al tuntún como un mariquita.

   _ Era rosa_ continuaba la otra_ de delicado pétalo, como el de las rosas más rosas, con los detalles realizados de un fino cordón verde pálido que acababa colgando sobre una de mis caderas después de ceñir mi cintura.

    _ Yo creo que los pantalones eran negros.

    _ No recuerdo de que color eran los pantalones. Tampoco recuerdo si en mis pies llevaba sandalias doradas o tacones abiertos de charol negro y brillante, brillante como una noche llena de  estrellas.

    _ El negro siempre combina. Unos pantalones rosas...Quizá le puedan ir a la Barbie. Supongo que esa noche en que te soñaste así, de esa guisa, fuera el colofón de una tarde entera jugando con tu hijita y esas dichosas y odiosas barbies... Bueno, Alma....Siempre que me encuentro contigo, me dan las tantas. me encanta oírte. Pero me tengo que ir.

    _ Era Jesús. Era Cristo. Mi desposado siempre ha sido él. Al final del sueño, me quitaba la diadema, me desembarazaba de todo mi disfraz quedándome sólo en camisón, y me ponía una toca de monja, y un hábito nuevo, yo sola, delante del espejo. Pero al levantar la mirada, no veía mi reflejo. Le veía a él. a Jesús que me decía: Coge la mano de tu hija y sígueme.


     

   _ Cuando pienso en porqué tuve que tener un hijo, cuando pienso en todo lo que pasé antes de quedarme embarazada, y en todo lo que pasé durante el embarazo...Tuve pérdidas. ¿Sabes que tuve pérdidas en el cuarto mes, y que tuve que hacer reposo para poder tener a mi niña? _ Cuando la conversación giró del rosa inofensivo al rojo sangre, en aquel tema de mujeres, ya empezó a hacérseme desagradable. Momentáneamente se me nubló hasta la vista. Hundí las manos en mis bolsillos y balanceé delicadamente el peso de mi cuerpo hacia la otra pierna. Sin ser percibido, cambié de posición, y me puse a contar los adoquines de la plaza.

      _ No lo sabía. Recuerdo haberte visto caminando._ Respondió mi amiga.

      _ A partir del séptimo mes me dijo el ginecólogo que ya podía salir a pasear, que era bueno. Era ya mayor, y una madre soltera. ¡Una madre soltera de casi cuarenta años! ¡Meses antes era todavía virgen! ¡Virgen! Era mi auténtico ser... Pero quería tener a mi hija. Y nadie me iba a dar una, ni siquiera el Espíritu Santo. Supongo que alguien tenía que poner la semilla; Pero cada vez que tenía una perdida, o temía que mi hija no llegase a nacer pensaba que Dios me estaba castigando por mi proceder, por como lo había hecho, saltándome el sacramento del matrimonio, y esas cosas. ¡Pero yo no me salté el Amor! Sufrí mucho con el amor de..._ Iba a decir "El Amor de Mi Vida" pero se cortó, lo cambió por las palabras: El Padre de Mi hija._ Si sabe que cada vez que iba a verle y estaba con él luego, cuando me venía a casa, tenía que hacer cama... Me estaba dos días en la cama porque no podía más. Me rompía cada vez que le amaba.

    _ Y te sentías anulada por amarle.

    _ Sí... Era culpa mía. Mi amor era demasiado fuerte. Le admiraba demasiado para poder vivirlo de una forma humana y corriente... Sólo puedo entregarme verdaderamente a  Dios. Es la única manera en que amando no me siento nada más que la soy, no me siento otra distinta, ni alguien que tenga que cambiar mis valores a cada paso... Me siento la misma. Y mi verdadero yo se fortalece cuanto más le amo. Pero cuando intento querer a alguien soy como paja que arde y se extingue en un abrir y cerrar de ojos...Respecto a el padre de Prosa, puedes pensar que le he hecho daño, puedes pensar lo que quieras... Tiene su carrera, profesor de Geografía ¡climatólogo!_ Se echó a reír_ Un climatólogo que no supo tomarme a mí la temperatura._ Sólo me dijo " Esta vez sí" "Esta vez, vendrá lo que tiene que venir". Y fue la última vez...Creo que para ese momento ya se había cansado lo suficiente de intentarlo, y una vez conseguido nuestro noble objetivo....Pues eso,  se marchó a por otras, otras más así...Más como tú, bajitas, curvilíneas, su tipo. Yo, no era su tipo.

    _ Dices tonterías. ¿Cómo sabes eso?

    _ Yo nunca estudié. Él tiene dos carreras.

    _ Y tu tienes un verbo fascinante.

      Las palabras del diálogo salían alborotadas, arrebatadas al segundo, por el aire cálido y de todos los demonios que otra vez acababa de levantarse y que tan a menudo sopla en este pueblo.

    _ Fascinante... ¿Para ¿qué? ¿Para atraer a ovejas descarriadas? El balido de esta oveja desvalida no le atrae a nadie. Ahora nadie quiere que le hablen de Cristo.

    _ Pero, quiera o no ser convertido, él padre de tu hija merece conocer a su hija._ Insistió la intelectual comunista bajita y curvilínea.

    _ Quien ha despreciado a Cristo no lo merece._ Sentenció Alma. Y con la misma, despidiéndose de su amiga, desapareció por la calle mayor, fundida su figura en una misma corporeidad negra y brillante, su larga melena cayendo sobre el abrigo negro de punto que nunca se quitaba, y que la hacía parecer menos delgada. 

       Al verla alejarse con su melena alborotada al viento, y peleando con la bolsa que llevaba siempre a todas partes, de papel, y del Corte Inglés, volvió el silencio por un momento._ Quizá, si no vistiese toda de negro, se la hincharían menos los tobillos._ Dictaminó mi intelectual profunda.




sábado, 27 de marzo de 2021

 



   _Tengo que aceptar..._ Empezó; Pero inmediatamente cambió el inicio de su discurso._ Me he dado cuenta de mis límites después de todos estos años de lucha, de intentar amar a quien... ¡no lo consigo! Ni siquiera con la ayuda del de arriba. Todo ese amor que él me da para mí, para mi hijita lo necesito para irme creando la forma en que por fin me respeto a mi misma. ¿Cómo podría confiar en los otros? Además, ¿Qué hombre podría amarme como Dios me ama ?

   La Mística iba conmigo. Yo la seguía. Pero nos habíamos encontrado con La Comadre entre todas las madres. Esta quiso interrumpir. Fue sólo pronunciar el vocativo, su nombre de pila, cuando La Mística siguió con su monólogo._ Me llamo Alma. Y déjame seguir por favor. No voy a ir a ver al padre de mi hija. Sólo cuando la niña me lo pida.

   _ Pero..._ Musitó la comadre.- ¿No la condicionarás?

   _ No. No lo haré. De momento la niña no necesita más que a su madre.

   _ ¿Es lo que crees?

   _ Vengo de misa. Y...

      La comadre se disculpó._ Lo siento. Te he interrumpido.

      Los ojos de Alma se pusieron tristes al bajar a su baja realidad, y hubo un momento en que parecía no poder seguir hablando de aquello tan sublime que quería expresar. Era como si hubiera perdido el hilo. Como si el diablo de las tijeras hubiera estado aguardando ahí, en lo oculto para ¡zas! asomar las susodichas y meter el tajo en su discurso. La mirada de la recién autobautizada Alma vagó un momento como perdida... Yo sé lo que quería decirle la comadre. Sé que el padre de su hija era una buena persona. Que aquel hombre no entendía su distanciamiento; pero lo respetaba. Que en vez de atosigarla con derechos de reclamación sobre su paternidad de hecho se auto culpaba convirtiendo la culpa en razón para beber más. Que se estaba alcoholizando. Que antes bebía; Pero no bebía tanto. Que había sido un hombre inquieto con muchos planes...Con carrera que no ejercía, porque no la necesitaba ejercer. Rico; Pero que vivía como un pobre. Culto y dispuesto a enseñar al que quisiera aprender...El hombre que ella había elegido para padre de su hija... En ese momento aquella mujer alta a la que llamaban La Mística debió de leer mis pensamientos, porque recuperó su discurso.

    _ Si yo hubiera encontrado a un santo en esta vida...Pues podría vivir con él. Pero tal y como están las condiciones no puedo vivir con nadie. Solo con Prosa.- Alma hubiera querido tener otro hijo más para llamarle Poesía- Es una niña. Sólo los niños tienen la pureza y la pureza es lo único que necesito._ Alma no había querido decirle a nadie quién era el padre de su hija. Cuando la asistente social insinuó lo de que para poder seguir cobrando la ayuda por su hija debería comunicar el nombre del progenitor había contestado orgullosa y elegantemente que no lo recordaba, que la noche en que su hija fue concebida estaba borracha y que esa noche había estado con muchos. Era mentira. Sus amigos sabíamos muy bien quien era el padre de Prosa. Creo que cuando Alma vio la cara de susto que se le puso a la asistente social, ella añadió también  otro de sus discursos conocidos. Y daría la vuelta al mundo por lo extravagante._ No lo sé. Mi hija se apellida como yo. Si te dijera que es hija del Espíritu Santo no te lo ibas a creer. No lo creerías como tampoco nadie cree ahora en La Inmaculada Concepción. ¡Pero si hasta los musulmanes creen en el fenómeno del "niño dormido"! ¿Sabes lo que es el niño dormido? El niño dormido es un óvulo fecundado que se queda no se sabe porqué como en estado de hibernación, como aguardando las circunstancias propicias para poder seguir desarrollándose. Creo que esto se ha demostrado científicamente... Es cierto, no estaba borracha. Es cierto, no fui víctima de ninguna violación grupal, ni en mi vida he participado en una cama redonda..._ ¡Qué desagradable debió de ser aquella conversación! Sólo una mujer puede ser tan crudamente desagradable y basta cuando habla. Este texto podría haberlo escrito perfectamente una mujer. Pero si alguien está escribiendo mi vida, yo no voy a permitirlo. No pienso permitirlo...Ella seguía hablando. Yo transcribo lo que ella decía. Era como si la voz de la razón, de una intrínseca verdad femenina, algo que sólo las mujeres entienden, saliera por su boca. Incluso la feminista, comunista e intelectual de su amiga se callaba cuando ella hablaba...Por algo era... Al mismo tiempo, yo necesitaba difuminar mis propias obsesiones con un drama quizá enormemente superior al mío. Si yo no podía dejar de amar a quien debía olvidar, Alma, muy al contrario, no podía amar a quien quería amar, a quien incluso le era impuesto por deber moral amar. Alma era la elegida. Alma seguía hablando 

_ Pero ahora, la ciencia es capaz de prescindir de un gameto masculino para fecundar un óvulo. ¿Ha oído hablar usted de la clonación? La Ciencia puede, y ¿Dios? ¿Acaso no ha podido hacer Dios lo mismo en millones de años? Mira. Yo creo en La Virgen, en su pureza, en su virginidad, en que concibió en su seno al Hijo de Dios siendo virgen. Insisto. Y a los curas que me vienen hablando de que La Inmaculada es símbolo de pureza espiritual, que se refiere más bien a que ella misma había sido concebida sin pecado original, y que Dios no pudo hacer un milagro contra natura ¿Qué me están diciendo? ¿Qué me están diciendo estos curas modernos?...Igual de pura soy yo. O quizá yo no lo sea. Pero ¡cómo no lo va a ser un niño! Estoy segura de que hay mucha y verdadera pureza por ahí. Pero las mujeres no paren si son vírgenes. Claro que ¡la ciencia! ¡La ciencia si puede hacerlo!... ¡Váyanse ustedes a tomar por saco!

    Cómo y cuándo había recuperado Alma, aquella alma más que atormentada, atormentadora, los dos cabos cortados de su discurso de siempre, y los había hecho un nudo para seguir tejiendo su labor doctrinal es también un misterio. Lo mismo que la virginidad de María...Lo que por cierto, ya no es tan misterio, como la misma ciencia nos viene a demostrar.

    _... Por eso venero a la Virgen María. Porque ella es virgen. Yo, no lo era. Ni lo era de cuerpo, ni lo soy de espíritu. Pero una madre, una madre se purifica cuando El Señor le hace digna de llevar al rey de Los Cielos en su vientre, y luego, de tener a la reina de su vida entre sus brazos. Cuando los cristianos decimos que si matamos a alguien matamos a Cristo, ¿porqué no decir también. esos curas, esos perros pastores que...dios me perdone; pero a veces no hacen más que asustar al rebaño...¡¿Porqué no nos dicen algo más bonito?! ¿Porqué  no nos cuentan la verdad?? 

        Alma levantó la barbilla, su perfecta dentadura mostró una sonrisa y una pureza de entrañas casi divina, el color de su lengua indicaba un perfecto índice de acidez en su sangre- no estaba drogada-.sus ojos localizando de nuevo la luz entre las nubes lo habrían dicho todo...Pero aquella perfecta vocalización que le permitía un bello y perfecto aparato fonador lo definió así: La verdad es que una madre, todas las madres lo hemos sentido, lo de llevar al hijo de Dios en nuestros brazos. Mi hija es cuerpo de Cristo. Mi hija está bautizada con Espíritu Santo. Y yo como madre, le veo a él, a Cristo martirizado en los niños que sufren._ De pronto se le cayó una lágrima, una lágrima que le rodó por el límpido rostro hasta la barbilla, y que de ahí se escondió hasta su cuello para que la empapase el fular._ Y le veo a él, a Jesús, al Niño Jesús cada día de su vida, feliz, de mi mano, yendo a la escuela, aprendiendo a amar la naturaleza... Y sólo necesito eso. Creo en La Providencia. Servicios Sociales puede darle ese dinero a quien más lo necesita.

_ Tú lo necesitas_ dijo la comadre.

_ La pureza es lo único que necesito. En la vida, me basta con la pureza para ser feliz.


      La luz del poniente relumbrando sobre la larga  fila de los rectos y anchos troncos, siempre despellejados, de los plátanos de la acera, invitaba a las confidencias.

   _ Dime, ¿Cómo vive  nuestra amiga? ¿De qué vive?_ Le pregunté a La Artista, después de despedirnos de La Mística, en cuanto la fila de árboles nos ocultaron, a Alma de nosotros, y a nosotros de Alma.

   _ Creo que ya te lo ha dicho ella. Son Los Servicios Sociales los que se ocupan de solicitar y conceder una paga por cada hijo.

   _Y ¿tú? Perdona que te lo pregunte. Tu también tienes hijos, dos, no uno. ¿te ayuda alguien? ¿También cobras esa paga?

  _ No. Yo no cobro nada. Trabajo.

  _ Pues eso. A ti te veo trabajar.

  _ Yo tengo formación académica. Alma no la tiene._ La cineasta, artista, con formación académica de lo que fuera, hizo en ese momento un punto aparte._ A veces Alma no quiere ni hablarme. Es como si me guardara una especie de  rencor.

   _ Rencor ¿porqué? ¿no es cristiana?

   _ No tiene nada que ver con ser cristiana. Hemos sido muy amigas. Yo tuve hijos de una forma, ¿Cómo decirlo? Algo irresponsable dentro de los cánones culturales vigentes.

   _  Tienes una hermana que también tiene hijos ¿También ella cobra esa ayuda?¿Qué pasó con el francés?

   _ ¿Te parece poco? Le ayudó mucho que el padre de sus hijos fuera francés, y culto, naturalmente, no cualquier francés...Le ayudó a que su francés alcanzara ese punto magistral que le permitió sacarse una buena oposición  como profesora de francés en un instituto. Pero Henry es demasiado viajero. Y viajar cuesta mucho dinero. Y es incompatible con ser padre. Que le vaya bien.

   _ Jugaba bastante bien al futbol.

   _ Por ahí anda, creo que en Mongolia, de búsqueda espiritual, enseñando a los niños de allí a jugar al futbol...Justamente le conocí en El Mundial de Futbol, aquí en España, aunque fue mi hermana la que se enamoró de él.. Pero, ¿no estábamos hablando de Alma?

   _ Sí.

   _ No está bien que cuente esto. Quizá no esté bien; Pero tengo que desahogarme.

   _ Si no quieres decir nada no me lo digas  a mí.

   _ No importa. Te lo diré. Me siento un poco culpable. Quizá la hice daño sin pretenderlo. Es como si ella hubiese querido seguir el ejemplo, aunque me saca bastantes años. Cuando una mujer sin hijos; pero en edad de procrear ve a un bebé, es como si se enamorara, no del hombre, si no del bebé. Cuando yo tuve a mis hijos varias amigas mías, de las que iban para vestir santos, como se dice malamente, se envolvieron la manta a la cabeza y se lanzaron a una carrera de seducción para conseguir el bebé, su bebé, el que su instinto maternal buscaba. Y me temo que Alma fue una de ellas. Me da vergüenza decir esto... Y quizá no estaba preparada. ¿Porqué no se casó, primero? El padre de su hija vive cerca, no tiene ninguna intención de irse, se siente cómodo en su propia tierra, es una buena persona... De verdad, que no lo entiendo. Estoy segura de que se desviviría por ella y por la su hija. Segura de ello. Pero Alma nunca me ha querido explicar lo que pasó.

    _ ¿Dudas de ella?

    _ ¿Cómo? ¿dudar?

    _ Pues no sé...Igual no esta muy bien de la cabeza_ me aventuré a decir.

    _ Está perfectamente, te lo aseguro.

    _ No sé...Eso de la cama redonda...

    _ Ya.

      Suspiró la amiga de Alma, y luego se echó a reír._ Yo entiendo lo que quiere decir. Se escandalizan menos hoy en día en Los Servicios Sociales si en vez de atribuir el nacimiento de tu hijo a una violación grupal, confiesas que crees en el Espíritu Santo.














viernes, 26 de marzo de 2021

      



      "Sola, con una hija, decididamente sola y resignadamente conforme, porque nadie puede decir que una persona que vive como yo vivo viva satisfecha... Ya sé, que aunque no trabaje no nos falta el sustento, vivo de bonos sociales: bono social de la luz, bono social del agua, ayuda familiar cuando se me acaba el paro... Pero ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que trabajé. ¿Quién podría contratarme si ya no puedo ni con mi alma? Mi única obligación es mi hija. Ahora ni siquiera me ocupo de mi propio ser físico. Veo cómo me estoy abandonando....Y luego esa ¡maldita manía mía! de compararme a mí misma con las demás, las demás madres...Con otra mujeres. El complejo de inferioridad está ahí. Yo no soy una mujer maltratada. Soy una mujer que no vale nada..."

      La Mística venía por la calle. A esas horas acababa de salir de su misa diaria en los frailes. "Hay muchos santos." Afirmaban los frailes. "Santos sin nombre". La Mística, una mujer alta y delgada, caminaba encorvada hacia adelante y con tal abatimiento que uno podía hasta ver la cruz que cargaba sobre ella, una cruz, que en palabras suyas propias, brotaba de su propio ego, y de ser un brote tierno, habría crecido, y crecido hasta convertirse en un árbol, y de ser un árbol, se habría ido quedando duro y seco hasta convertirse en un madero, el que tenía que arrastrar toda su vida hasta el Monte Gólgota..." No veo el momento- parecía decir su mirada- en que me claven en mi cruz justo al lado de Jesús, mi Jesús. Porque sólo a la sombra de la cruz de Cristo, es cuando siento que mi cruz es un alivio, no es nada, es como de juguete, es muy pequeña." Esos debían de ser los pensamientos que le hacían volver la vista al resto de los mortales y sonreírte. Estaba aquí, en el mundo. Tenía amigos. Podían quedar para La Oración de Las Horas....A él no le importaba quedar. Quizá también estaba ella, la virgen atleta de su vida._ ¿Sabes que te llaman Mística?_ La mujer alta se echó a reír. Su larga melena  oscura le colgaba a la espalda como una especie de toca. Tenía una cara ancha, apaisada, con poca carne, blanca como un lienzo donde el paisaje como lejanos sauces escuálidos y medio caídos pueden ser esas finas venitas azules en las mejillas, cerca de sus grandes ojos  claros y almendrados, con la profundidad de su pupila negra, definida, y el iris en torno a ellas castaño y luminoso. Tenía los labios finos y de color casi bermellón, la dentadura perfecta. Era una mujer guapa, frágil._ ¿Mística? ¡Como Santa Clara! Ese sería todo un piropo para mí._ Dijo ella. Y luego suspiró profundamente. No sabía si sonreír o seguir con aquella seriedad que de pronto le había hecho estirar la cabeza hacia arriba y enderezar la espalda atiesando todo su cuerpo._ Lo que soy es una monja perdida, alguien que equivocó su verdadera vocación, que se descarrió... Eso es lo que soy yo._ Tú nunca fuiste novicia, que yo sepa._ Eran vecinos.  Toda la vida habían sido vecinos... Él la recordaba como a aquella niña de trenzas largas y largas piernas asomando de su faldita corta ¡y con todo el pelo adornado de margaritas! Margaritas que la niña que se había pirado la escuela se pasaba la mañana introduciendo una a una en los huecos que quedaban en sus cabellos trenzados..._ Donde  está mi congregación, no lo sé. pero yo me siento monja._ Y era cierto, tenía cara de monja. Él la miraba fijamente- siempre miro fijamente. Yo soy el que no soy. Soy tan pequeño. Podría escalarme en el cuerpo de esa mujer como un mono a una palmera tierna y cimbreante; pero no dejaría de ser un niño... El niño callaba, la mujer hablaba._ "Os echaré como corderos en medio de lobos." Lo dijo él. En mi caso yo era una ovejita loca. De primeras me escaqueaba de ir a la escuela, que era el redil. A mí me gustaba ser el corderito que el pastor siempre tiene que ir a buscar. Y tengo que confesar que me sigue gustando ese papel._ Suspiró profundamente otra vez, y con una sonrisa pícara añadió:- Tengo que aceptar que ningún hombre, ni mujer, ni siquiera mi propia madre, puede amarme como Él. Por fin me he dado cuenta, que Dios a mí me ama de forma especial. Yo se lo digo. ¿Verdad que soy tu oveja querida, la del lazo azul? Más delicada, más pequeña y traviesa, la que el Niño Pastor lleva siempre con él. Yo no puedo seguir la campana de la oveja pastora. Y los perros pastores me aturden, me asustan, salgo despavorida, y acabo perdiéndome. Soy inmadura, inmadura en la fe. Por eso él ni me deja ni me dejará. Camino, piel con piel, siempre detrás, siempre con él a su lado.